ㅤۚٝㅤ ⠀꯭▇⃝͜ ࣭/ੈ ⎯⎯⎯꯭ㅤٴ̮͜ㅤㅤ ᜴ en la penumbra perpetua del eliseo, donde las sombras de los héroes yacen encadenadas al eco de sus días vividos, el pelida, caminaba. su figura, aunque intacta en su esplendor, parecía vacía, una concha abandonada por el mar solitaria que vagaba desolada. no había batalla que librar ni gloria que conquistar, pues incluso el canto de los bardos que resonaba entre los vivos no alcanzaba a mitigar la desolación de su pecho. había cumplido con su misión, había vengado a Patroclo, el dulce compañero de su alma, y, sin embargo, aquello no había aliviado el peso del amor roto que lo consumía. su cuerpo había sido entregado al fuego, pero su espíritu vagaba ahora prisionero de un solo anhelo: encontrarlo, a él, a quien ni la muerte podía borrar de su ser. y entonces, en aquel espacio informe donde el tiempo no transcurre, un cambio se hizo palpable. era un susurro apenas audible, un aliento que no pertenecía a los vientos del inframundo. aquiles detuvo su andar. su pecho, vacío durante tanto tiempo, pareció llenarse de una promesa que rozaba lo imposible. giró, allí, entre las nieblas que separan a los muertos de los olvidados, lo vio.
patroclo.
no como lo había visto la última vez, roto bajo su armadura, ni como el niño que había llegado a ftía con la mirada perdida, sino como una manifestación de todo lo que él había amado. su silueta no llevaba las marcas del sufrimiento ni las cicatrices de la guerra; era patroclo en su esencia más pura, el reflejo de su ternura y su fuerza, el faro que había guiado a aquiles a través de la vida.
¿p— patroclo…? ᜴ murmuró aquiles, su voz, cargada de asombro junto con reverencia, tembló como el primer viento de la primavera.