《Satoru...》
-diría alguien. No Sukuna, no Megumi, no nadie que el Gojo conociera en lo absoluto, pero también todas las voces que conocía, hablando en todos los idiomas que hubo, hay y habrá a través de la existencia, y a la vez en ninguno que jamás haya existido. Él sintió la sensación de levantar la mirada, aunque no estuviera sobre un suelo, aunque no estuviera flotando, pues no tenía cuerpo alguno, y aún así encontró algo con su mirada: Un espiral. No blanco, no negro, no colorido, ni tampoco gris, sin emitir luz alguna, pero aún así emanando su presencia; un espiral de fractales inconmensurables expandiéndose más allá de lo lógico e ilógico, simplemente inexplicable e inalcanzable-
《Estás muerto.》
-dirían esas voces sin sonido nuevamente, ahora haciendo que el Gojo notara su ausencia de algo físico, habiéndose vuelto algo metafísico: Una mente, un alma. Ese espiral habló nuevamente, como una entidad que hasta ahora lo había notado: Era todo, pero también era nada, y a la vez ninguna; era el vacío puro, y también era un silencio absoluto en sintonía con la Creación; incluso era algo inexplicable más allá de todo, más allá de la Creación, del todo o la nada, incluso de lo que sea que estuviera por fuera de la Creación, siendo tan grande que ni siquiera era equivalente a sí mismo, pues se estaba trascendiendo constantemente-