Escribo para no explotar, para decir lo que a veces no me atrevo en voz alta. Me enamoro de las palabras igual que de una canción que suena en bucle a las tres de la madrugada. Amo bailar cuando nadie mira, como si el mundo se callara solo para dejarme sentir. Los gatos me enseñaron a amar en silencio, con calma, con misterio.

Mis historias no son perfectas, pero llevan algo muy mío: emociones que tiemblan, personajes que sangran verdades, y frases que nacen cuando duele o cuando arde. Crecí entre melodías de Taylor Swift y letras que me abrazaron cuando nadie más lo hacía. Ariana Grande me enseñó que también se puede ser fuerte con brillo en la voz y cicatrices en el alma.

La escritura no es un pasatiempo, es el lugar al que siempre regreso. Un refugio donde soy completamente yo. Y por encima de todo, amo con el alma a mi familia. Ellos son mi raíz, mi impulso, y la razón por la que nunca dejo de soñar.

Si estás leyendo esto, gracias por entrar en mi universo. Aquí, todo lo que sientes también es bienvenido.