La banda tocaba de manera enérgica, todos bailaban y saltaban al ritmo de la canción, pero entre el tumulto un hombre caminaba de manera nerviosa, buscaba escapar, pero no de aquel lugar, quería escapar de ciertos pensamientos que habían florecido en su mente y que parecían no dejarlo en paz.
Logro llegar hasta un pasillo donde ya no había tanto bullicio y fue ahí que se detuvo para darse la vuelta y comprobar que su compañero lo había estado siguiendo con genuina preocupación, le exclamo:
-dije que lo haría, quiero hacerlo…
-¿pero?
-tengo miedo, no se si sea una buena idea.
-está bien, yo también tuve miedo, pero si lo que sientes es real y lo reprimes…no ira a buen puerto.
Solo se limito a mirar el suelo, estaba avergonzado de sí mismo, sentía que sin importar que decisión tomase de todos modos decepcionaría a sus seres amados, pero su compañero lejos de juzgarlo solo le dijo:
-si quieres quedarte como estas no voy a obligarte a nada…pero ojalá pudieses soltarte y no preocuparte…tus acciones tienen consecuencias, siempre será así, pero tu serás quien deba convivir con ellas.
No solo las palabras de su amigo, la música de la banda, aquellas notas, aquellos acordes, aquella letra parecía que intentaban liberarlo, liberarlo de todo aquello que lo encadenaba, todo aquello que le impedían aceptarse a sí mismo.
-ojalá que puedas aceptarte, ser feliz, pero sobre todo me gustaría estar ahí cuando eso ocurra.
La canción llegaba al estribillo, a la máxima intensidad y como si la música le diese un empujón, el hombre tomo a su compañero de la mano para volver a la pista y fue ahí que en el estribillo las miradas de ambos se encontraron, que sus corazones latieron con fuerza, sentían que no existía nada más que ellos dos y finalmente…sus labios se encontraron, cerraron los ojos para hacerlo, no por vergüenza, sino porque querían dejarse llevar en todos los sentidos, si hubiesen podido sus propias almas se habrían desprendido de sus cuerpos para pasar a un nuevo plano.