pronto su aparente diversión llega a su fin: un ceño fruncido decora su lindo rostro y suspira, acercándose a pasos pesados hacia él... es decir, arrastra los pies: esas tiernas plataformas con personajes de sanrio que lleva puestas tintinean en el piso.
asoma la cabeza tras él y le echa una rápida ojeada al móvil. después, deja caer una de sus manos por encima del hombro del varón. ──tendrías que saber la respuesta.
sus comisuras vuelven a alzarse. pasea de un lado a otro, aunque él no se mueve tanto: son sus dedos los que van de extremo a extremo de su espalda. ──¿no me has llamado? ──juguetea, solo por molestarlo un poco.
──o tal vez el aburrimiento me hizo imaginarlo... ──posa ambas de sus manos sobre la cabeza del otro en un absurdo intento por hacer que lo mire. ──¿cómo se llama el chucho baboso en tu puerta? no sabía que tenías compañía.