Comienzo a leer la carta de alguien que esta viejo; de alguien que me extraña...
No lo he visto los viernes, todas las mañanas o a todas horas.
Pero sé que está cansado; no duerme tanto: no le gusta soñar.
Todos los días pienso, un poco, en ese viejo. En sus últimos días tal vez lo visite, tal vez me permita verlo.
¿Algún día lo olvidará?
No lo sé.
Yo solo seguía mis sueños.
Ese viejo... ¿por qué doy la vida por ese viejo?
Las personas que me conocen; mayormente las desconozco.
Las personas que me conocen; mayormente olvido quienes son.
Mi memoria es frágil con lo que no importa, mis recuerdos son valiosos por que los necesito.
Y lo necesito a él, y es por eso por lo que no lo olvido.
Han pasado dieciséis años desde entonces...
Dieciséis años sin saber con plenitud y certeza qué es de él.
Los murmullos se escuchan, los chismes también, pero no quiero basar en esas escorias los recuerdos de mi padre.
Aún no, ya que aún no es tarde.