
voddkqis
Diestra se afianza con meticulosa precisión a la nívea palma contraria, el contacto efímero imbuido de una carga emotiva que desata un paroxismo inminente. Sin titubeo alguno, atrae la esbelta figura ajena hacia su propio eje, sus párpados descendiendo en un ínfimo intervalo de placer tácito, sus falanges zurdos, en un recorrido parsimonioso y calculado, desciende con cadencia meticulosa, ejerciendo una presión sutil, mas firme, en su trayectoria para finalmente ceñirse sobre la estrecha sinuosidad de su talle. El movimiento de sus cuerpos se convierte en un vals premeditado, ejecutado con una sincronía casi innata. Una curva se perfila en sus belfos, tenue, sutil, manifestación inequívoca del deleite que se gesta en su pecho ante la consumación de aquel instante embriagado de romanticismo y fervor compartido. Momentos antes, ambos cuerpos surcaban los vastos corredores del palacio, sus pisadas resonando en la magnificencia arquitectónica, cumpliendo con deberes disímiles hasta que la ineludible voluntad del destino —o quizás el sino— los entrelazó en ese fugaz encuentro. La complacencia de hallarse en medio del caos es mutua, reflejada en la convergencia de sus miradas. Sus vestiduras, mancilladas con rastros hemáticos, testimonian la ejecución meticulosa de actos atroces perpetrados con la pericia de quien convierte la violencia en un arte. En derredor, siluetas hostiles convergen sobre su posición, sombras ominosas con un único propósito: segar la existencia de aquellos dos amantes, cuyo vínculo florece incluso en el regazo de la muerte y el derramamiento de vida ajena. ──── compartir la ejecución de cada vida a tu lado es como un tributo divino... un regalo concedido por los propios dioses. Su diestra apenas cede el contacto con la palma ajena, mientras su zurdo brazo se ciñe con determinación en torno a la esbelta silueta de su amado, sosteniéndolo con la firmeza de quien se rehúsa a permitir su desplome,

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El carmesí brota en un fulgor escarlata, escurriéndose con morbosidad exquisita; algunas gotas resbalan por la tez bronceada del francés, otras mancillan la nívea vestimenta de su amado. Sin apartar la mirada, su cuerpo se inclina con parsimonia, sus labios rozando con delicadeza la comisura de los ajenos, una ofrenda silente entre el caos. ──────── eres tan..parfait. Sus párpados descienden con parsimonia tras proyectar el acero en un arco preciso hacia su flanco derecho, incrustándolo con pericia quirúrgica en la región cervical del infortunado. Un matiz de júbilo se dibuja en sus labios al sentir la proximidad de su amado, mas su deleite no mengua ante los guturales estertores de agonía que emanan de su víctima, una sinfonía discordante que aviva el fulgor en su mirada.
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Sus pupilas se entornan con delectación indisimulada, mientras una sonrisa, amplia y preñada de una lasciva perversidad, se despliega en sus labios, embelesada ante la escena que se desarrollaba ante su mirada. Si bien la naturaleza de su vínculo lindaba con lo profano, la obnubilación que sentía por aquel gorgón no se veía menguada en lo absoluto; más bien, hallábase en constante exacerbación, alimentada por la inexorable ferocidad que revestía a su amado. Un exhalar tenue se desliza de entre sus belfos antes de que su diestra, con una cadencia exquisitamente ensayada, dirija la nívea corporeidad ajena en un giro majestuoso. Un compás impío, reminiscente de un vals sacrílego, que halla su cúspide en un súbito estrechamiento, encadenándolo nuevamente a su regazo. Sus iris recorren, con avidez casi litúrgica, cada trazo de aquel semblante que veneraba, absorto en la excelsitud de su amado. ──── mon prince... verte en este estado solo me hace amarte más. Su siniestra se desliza con presteza, aferrándose al frío filo que yacía oculto tras los pliegues de su abrigo. En un movimiento certero, el acero se hunde en la bóveda craneal del adversario que osaba aproximarse a su amante por la retaguardia.
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