Terrones de azúcar cuelgan de un candelabro embrujado. Los fantasmas cambian a golosinas. Las arañas crecen y se transforman en duendes de chocolate con relleno de ensueño. Las esquinas de la casa se tornan de un azul acuoso que se asemeja a los bastones de colores encontrados en una caja con glaseado denso y empalagoso. Truena la madera del hogar y de pronto aparece una casa de jengibre. El aire tiene un matiz a albaricoque quemado. La sala brilla con luz arcoíris sabor fresa. La estructura debajo tierra alcanza un nivel azucarado tan alto que las raíces de los árboles mueren antes de nacer, a menos, claro, que sean caballos de mar encapuchados con jarabe de arce.

A la una, a las dos, a las tres: es el cuento de Jude e Ícaro convertidos en espías encubiertos que caminan sobre huellas de caramelo.
  • en bosques de maple.
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