Permítame apreciar su encantadora disposición, noble señorita, cuya apariencia deleitable y personalidad abrazadora me cautivan. Su sonrojo, cual reflejo de la frescura de una manzana, evoca en mí una gratísima sensación. Ahora bien, permítame insistir en la importancia del descanso nocturno, a fin de preservar la intachable lozanía de su semblante. Por tanto, le insto a que acuda a dormir como su merecimiento lo dicta.
Deseándole una noche apacible, distinguida señorita, confío en que su bienestar sea manifiesto. ¿Podría compartir conmigo los aconteceres de su día y su noche? Mi esperanza reposa en que todo transcurra de manera favorable para usted.