Como seres humanos, sentimos un temor más intenso hacia los muertos que hacia los vivos. Parece que estamos inherentemente preparados para anticipar lo aterrador y peligroso que puede ser la experiencia terrenal, y nos perturba la incertidumbre sobre las posibles amenazas que puedan surgir desde el mundo espectral. Reconocemos que escribir relatos que exploren este horror representa un desafío en una era en la que Google es omnipresente, las plataformas digitales parecen tener poderes mágicos, e incluso podemos mantener conversaciones con personas fallecidas mediante inteligencia artificial. Sin embargo, son muy pocas las personas que no experimentan inquietud ante la idea de ser acechadas por un ser de ultratumba, una entidad demoníaca o, en casos extremos, un vampiro, hombre lobo, entre otros. Resucitar este horror es recuperar un aspecto esencial de la naturaleza humana.