La impotencia llenó cada espacio de su ser. El discurso de su primo fue suficiente para corroborar lo que había dicho el consejero real: la amenaza y la traición no se retraen con una charla de paz. Todas sus esperanzas por mantener la paz desaparecieron. Sintió la guerra correr por sus venas, un presentimiento. Giró sobre su eje quedando cara a cara con el Judas, acercó su rostro contenido de ira, su mirada echaba chispas de fuego y entonces dijo, cortando el estúpido nudo en su garganta:
⚜️१ ֢║──── Jamás tendrás Jæthana. ──Sus ojos, como dos clavos de diamante ardiente enterrados en la madera podrida, no se apartaron de la mirada de Azriel. Echó una risa sarcástica tomándose el tiempo de quitarse el guante blanco de cuero de su diestra. ──Si debo sangrar para honrar mi palabra, sangraré ──. Con la mano desnuda tomó el resto del tallo de la rosa, las espinas afiladas de esta se enterraron en la palma de su mano, la sangre corrió por la punta del tallo marchando el piso entre los dos con unas cuantas gotas de sangre. Ni se inmutó ante el dolor. Su gesto demandaba firmeza y neutralidad, no dejaría que este hombre leyera sus facciones. En el fondo estaba desconcertada, pero decidida a afrontar lo que sea por la seguridad de su reino.
Como si nada retiró su mano ensangrentada del tallo y volvió a colocarse el guante con una elegancia insuperable.
⚜️१ ֢║────Nuestro paseo fue breve, una lástima que sea el último. ──Fingió una sonrisa, tanto por despecho y por el dolor punzante en su mano. ──Hasta pronto, querido primo.