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No existía alma en todo Teyvat que no hubiese escuchado sobre la ilustre, venerada Akademiya de Sumeru. Una institución que acogía a innumerables estudiantes cada año, pero de la cual solo unos pocos, lograban recibir un título. Era un proceso extenuante y prolongado, pero graduarse era una recompensa invaluable. Dentro de la Akademiya, los pasillos rebosaban de estudiantes, un murmullo incesante de voces inundaba el ambiente, mientras los pasos, ligeros y apresurados, se entrelazaban con aquellas conversaciones para crear una melodía rítmica que resonaba en cada rincón.
Elaine, quien se había despedido de su familia en Mondstadt para inscribirse en aquella prestigiosa institución, se encontraba abrazando unos libros contra su pecho. Su mirada, rebosante de curiosidad, analizaba cada detalle del interior: desde las deslumbrantes luces en forma de flores que pendían del techo hasta los miles de volúmenes que se alineaban en los estantes, aguardando ser descubiertos.
Todo parecía un sueño etéreo hasta que su nombre resonó en el aire, arrancandola dulcemente de sus pensamientos. No dudo dos veces en acercarse, sus lentos pasos la guiaron donde aguardaba su compañero. En sus labios floreció una sonrisa serena, y con un ademán suave, casi tímido, saludo al contrario. ━━── Eres.. ¿Thorin? ━━── preguntó con una voz acaramelada, sus orbes curiosos observando al chico con suma atención.
