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Pobre, tú eres demasiado bueno porque yo hubiera echado a patadas a ese patán de la habitación. Oh, yo también soy muy tocón, me gusta mucho abrazar y dar la mano, o dar besos en la mejilla cuando estoy feliz.
          
          ¡Muy bien! Entonces ya está todo planeado: esta noche estudiaremos un poco, y cuando lleguemos a la habitación pondremos el último disco de Daughters of Eve y podemos leer en voz alta. También sacaré una pipa, hace tiempo que yo no las pruebo, puede ser muy divertido.

Cuando la campana suene al final de la cena, los chicos y yo nos reuniremos en una de las salas comunes en el primer pasillo de la planta baja. Ya que es tu primer día, yo te guiaré hasta el comedor y después hasta la sala. Igualmente mañana con las clases.
          
          Esta noche nos dejarán unas dos horas libres antes de ir a dormir (por obligación, porque nos reclutan), pero yo siempre suelo dormirme un poco tarde leyendo, y viceversa. Si te molesta la luz de mi mesilla eres libre de decírmelo. ¡Pondremos un disco de las Eve a escondidas!

Lo único que tengo claro es que nunca había pensado que un chico me parecería mucho más digno de observar que cualquier chica. Eye candy, esa es la expresión, agradable de mirar; caramelo para los ojos. El marrón de los míos es incluso ofensivo de comparar a los dos cristales celestes que tienes encajados en las cuencas, como dos diamantes demasiado delicados como para siquiera estar al alcance del hombre.
          
          Si seguimos siendo buenos conversadores allá por cuando el tiempo te haga un hombre y llegue el día de tu boda, espero no sentir un raro cosquilleo en el estómago; como de malestar, como de pena, como de celos. ¿Qué muchacha podría tener más derecho a observarte que yo? Si en cuestión de minutos, te veo y en mí se proyectan los reflejos de todo lo que a ti te compone. Cualquier mujer que en su afortunado futuro tuviese la dicha de llamarte su hombre, tiene en mí algo parecido a la apatía; a no querer saberlo. Oh, si mis amigos me vieran hablando así... 

Si te expresas así sobre mí seguramente acabarás siendo poseedor de un largo poemario dedicado enteramente a la gracia y belleza de tu presencia. Tan cálida, tan relajada. Tienes la misma energía de un bebé sereno que agarra mi dedo índice, uno que no llora, ni da guerra en las noches. De pronto la mano infante es tan pequeña que apenas envuelve la huella. Qué delicado, un príncipe, sí señor.
          
          Daughters of Eve y Shakespeare, creo que existe un patrón. Un romántico silencioso. «¿Mi corazón amó hasta ahora? ¡Déjalo, vista! Porque nunca vi la verdadera belleza hasta esta noche». Romeo Acto primero, escena quinta. Debe ser una experiencia contemplarte con las Eve de fondo.

Gracias a los cielos, al fin alguien como yo. Mis amigos siempre me crucifican demasiado con el tema de las chicas. Algunas son guapas, puedo verlo, pero es como si mi cabeza estuviera demasiado ocupada con cualquier otra cosa, como para siquiera plantearme gastar mi energía en perseguir alguna.
          
          Mi padre también es algo pesado con ese tema, no creo tampoco que le hiciera demasiada ilusión que ocupara todo mi tiempo con una chica, pero le empieza a inquietar que no muestre interés por el tema. Solo, no me importa esperar... Knox, otro amigo, está chiflado por una chica de la otra escuela. No me imagino así.

Bueno... a decir verdad, ni siquiera podría ser capaz de explicarte cuál es mi problema específico con las matemáticas. Simplemente, no me entran en la cabeza. Este verano estuve en una escuela de química, ¿sabes? a petición de mi padre; pero simplemente no es lo mío.
          
          Lo mío es la lírica, las letras. El teatro. ¡Si aceptas mi ayuda, tendrás como tutor a un futuro actor de reconocimiento!

Me parece que somos compañeros de habitación este curso, chico nuevo. ♡