Nunca supe si era buena escribiendo o solo tenía muchas cosas en la cabeza que necesitaban salir para no volverme loca.
Escribo para no olvidarme de lo que siento.
O para entenderlo.
O para fingir que lo entiendo.

Soy perfeccionista en un mundo que a veces no merece tanto esfuerzo, y despistada en uno que no perdona distracciones. Me enamora la música que dice lo que no me atrevo a decir.

Escucho de todo -literal, de todo- porque no creo en los géneros, solo en lo que me hace sentir algo. 
Tampoco creo en tomar solo café: a veces el cuerpo pide cerveza, y otras, un buen vino tinto. Uno escribe mejor cuando deja de pretender que lo tiene todo claro.

Algo curioso sobre mí: tengo más playlists que certezas.
Y está bien.

No prometo certezas, pero sí historias que tal vez te hagan quedarte un rato más.
O al menos te den ganas de tomarte un café. O una copa.
Eso también cuenta.