Eso de revisar cosas antiguas, guardadas, casi olvidadas. ¿No les ha pasado? Que, al hacerlo, sienten repentinamente que algo falta, sienten un extraño vacío dentro, un nudo en la garganta. Te das cuenta de que habían tantas personas con las que hablabas todos los días, todo el tiempo, de que te encantaban ciertas canciones que ya ni siquiera recordabas, de que las fotografías que tomabas tenían un aire distinto a las de ahora. Y, de pronto, te sientes solo, porque sabes que has crecido, que has cambiado, que dejaste muchas cosas atrás, por más que te costaron. Algunos hábitos que hacían parte de ti, ahora sólo parecen cosas que nunca llegarías a hacer. Y te duele. Te duele, porque sabes que, a pesar de sentir esa satisfacción de mejorar muchas cosas, crecer y madurar, sabes que, tal vez, muy adentro, sigues siendo esa persona; con los mismos miedos, los mismos dolores, los mismos deseos.
Encontré fotos con personas con las que ya ni siquiera puedo hablar, fotos con personas que ya fallecieron, cartas y conversaciones que parecían ser eternas y muy significativas. Y eso ya no está. Siento nostalgia, porque crecí como persona, porque fui capaz de dejar muchas cosas que me lastimaban. Siento nostalgia, porque ahora le tengo miedo a muchas cosas que antes no me preocupaban, porque siento cómo el tiempo me arrastra, porque todo cambia tan rápido y ni siquiera lo notamos.
Extraño muchísimo a ciertas personas, e incluso a quien yo solía ser. Extraño cómo se comportaban conmigo, y yo con ellos. Extraño cómo se sentía todo.