Un día, en una dimensión completamente absurda y sin sentido, un dinosaurio con gafas de sol llamado Rexito decidió organizar una fiesta en su cueva prehistórica. Quería invitar a todos sus amigos, así que envió invitaciones a las gallinas cósmicas que vivían en una granja flotante en el espacio, a los osos bailarines que tenían una discoteca secreta en el bosque, a un pez dorado que en realidad era un genio atrapado en una pecera mágica, a los tigres que trabajaban como modelos en una agencia de moda exclusiva para felinos, a los perros parlantes que lideraban un culto secreto de adoración a la luna y, por supuesto, a los aliens que vivían en un platillo volador estacionado sobre el cráter de un volcán.
El día de la fiesta llegó y fue un completo caos. Las gallinas cósmicas trajeron huevos que explotaban en colores neón cada vez que alguien decía la palabra "brócoli". Los osos bailarines se apoderaron de la pista de baile y empezaron a hacer piruetas imposibles mientras sonaba una mezcla de música disco y cánticos de delfines. El pez dorado, aburrido de estar en su pecera, decidió conceder un deseo a cada invitado, pero como tenía mala memoria, olvidó lo que deseaban y terminó convirtiendo a algunos en sillas, a otros en gelatina y a un tigre en una lámpara que nunca dejaba de parpadear.
Los perros parlantes comenzaron a dar discursos inspiradores sobre la importancia de aullar a la luna, lo que confundió a los aliens, quienes pensaron que era una señal de guerra intergaláctica. Así que activaron sus láseres de defensa y accidentalmente hicieron levitar a todos los presentes, lo que resultó en una batalla aérea de gallinas, osos y un dinosaurio que intentaba tomar el control de la situación mientras gritaba: "¡Esto es peor que la última vez que intenté hacer una barbacoa con un dragón!".