Ana y Randy están en un apuro. Su hijo David ya tiene edad de hacer preguntas de esas complicadas de responder, esas que no tienen una respuesta simple porque son resultado de tus victorias y fracasos... De toda una historia de vida, de todo aquello que te ha llevado hasta donde estás hoy y para facilitarlo más, toca decirle que lo que se hizo años antes de que naciera le afecta y le afectará para siempre y de guinda, él es el responsable de continuar y arreglar todo ese desaguisado armado generaciones atrás.

Esta pareja no se queda atrás. De jóvenes tampoco entendían aquello que los quería juntar y separar a la vez, aquello que los acercaba y después los hacía desconfiar del otro...

Ana se comió una vida repleta de piedras inestables por las que avanzar pero se cansó. Se cansó de que le dijeran lo que podía hacer, cuando hacerlo, para que hacerlo, de que la tacharan de diferente y de rara, de la desgracia de familia que le había tocado y la desgracia de escuela en la que gastó su juventud, su personalidad y su paciencia... Cansada de todo se marchó y tropezó con...

Randy por su parte vivió más conectado con este aspecto de su vida y su pasado, pero vivía enfadado, dolido y frustrado porque había encontrado la manera de mantener una amistad con esa persona a la que no debía acercarse. Había logrado disfrutar de esa amistad sin que nadie saliese afectado... Y sin hacer nada, la rompió y la sumió en un pozo oscuro del que no la pudo sacar jamás.

A veces y aunque intentes evitarlo, en la vida suceden los peores escenarios, esos que día a día trabajaste duro para poder esquivar, pero... ¿Y si tienen que suceder para que encuentres tu camino? ¿Y si no hay otra manera?
¿Preferirías pasar por la vida y al morir, preguntarte..? ¿Esto era todo?