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Todo esto para nada, puertas tras puerta todo para ver el mismo resultado, le dolía el pecho y un nudo se formaba en su garganta. Quiso gritar pero ni un sonido salió de él, solo el silencioso sollozo de una mente fracturada y un niño asustado. Asustado, temblaba, abrazando el cadáver de su amigo. Esos tres días buscándolo reducidos a esta penosa situación, tal vez si hubiera llegado antes o si no hubiera sido un cobarde, pudo haber hecho algo por él. Cerró los ojos con fuerza, esperando que al abrirlos él reaccionara, ya lo había hecho las otras veces, podría hacerlo otra vez. « Sunny. » escucha un llamado lejano, pero ese no es su nombre ahora mismo, “Omori” solo quería quedarse ahí, sin que nadie lo molestara, quieto, pudriéndose, dejándose consumir igual que el el niño de las flores. « ¡Sunny! » vuelven a gritar, si lo intentar despertar de este sueño, que sea en vano, como todas las cosas que ha hecho hasta ahora, sin propósito, sin una meta realmente a la cual llegar y aunque la hubiera, solo se ve lejana a cada paso. « ¡SUNNY! » no abre los ojos, todo aún se ve oscuro todavía, la luz de la mañana aún atraviesa su ventana, cuando finalmente los abre, aún sigue en ese espacio oscuro, abrazando los restos fríos de a quien tanto busco. Era su voz, pero no sé movía, solamente la incertidumbre los consumía a ambos arrodillados en ese suelo cálido... Embriagador... Un consuelo del que no sabía que dependía.
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El silencio los inundó cuando el de overol cierra los ojos, apretando la tijera de mano que el pelinegro no había notado hasta ahora. El gruñido ahogado no era para él, era el miedo del que milagrosamente había llegado a tiempo para sacarlo. Se giró a verlo, tomándole la mano y retrocediendo para guiarlo. « Salgamos de aquí, no es seguro para ti. » su sonrisa regresó, dándole un beso en la sien para animarlo y así evitar que ese cadáver volviera a caminar impulsado por el miedo.
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« No tengas miedo, estoy aquí ahora para ti. » le susurró, era tan diferente a la imagen que tenía de él, la personalidad complaciente, miedosa e insegura se había desvanecido, pero se sentía tan familiar a la vez, estando para él en sus peores momentos. Lo había metido en problemas anteriormente por eso, pero ahora solo necesitaba era alguien que pudiera mantenerlo de pie, porque él estaba cansado... Todos eso días lo agotaron, no solo a ese cuerpo frío, también su mente... Había perdido tanto en tan poco tiempo, lo último que quería era perderlo a él también ahora. Está era su última oportunidad, ¿verdad? No soportaría verlo morir otra vez por más que ya debió haberse acostumbrado en todo ese día. “¿Qué clase de castigo estoy pagando?” se preguntaba mientras se aferraba más fuerte, siendo correspondido mientras las lágrimas eran secadas con el pulgar del otro chico. Levantó la mirada, finalmente teniendo la visión concreta para verle a los ojos... Aunque realmente solo uno era visible. Prefirió concentrarse en la sonrisa que le estaba dando, se le veía algo nerviosa, pero con más valor que él. « Estás pálido, Sunny... » su voz era cada vez más baja, como si estuviera tratando con un pequeño animal indefenso, acariciando su cabello para asegurarse de demostrarle que no era una amenaza más a las que ya se había enfrentado antes. « Haz sido valiente demasiado tiempo, vas a estar bien, no permitiré que te pase nada. » Él también empezó a sollozar mientras el abrazo por ambas partes se hizo más fuerte. Era la primera vez que se veían, siempre Omori, siempre el niño de las flores... Nunca Sunny y Basil o al menos en ese mundo.
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Sus lágrimas nublaban su vista, pero casi podía verlo otra vez vivo frente a él, la silueta era la misma. Tomándolo de los hombros para intentar hacerlo entrar en razón, recordarle que estaba ahí, sus manos empapadas de negro en vez de rojo. Otra vez había caído, siendo ingenuo, solo llevándolo a más llanto. Ese cabello turquesa que tanto amaba estaba algo desordenado, la corona de flores que había visto mejores días ahora estaba mal colocada pero era el mismo. Era el mismo chico que tanto buscó para no sentirse solo, sentir que alguien podía guardar sus secretos y ser su confidente. Soltó el cadáver que ni siquiera tenía forma ahora, levantándose y pisandolo por accidente en el acto solo para que ver sus piernas flaquear y saltar a los brazos del otro. Era cálido, su agarre en él firme, un poco fuerte al no querer dejarlo ir y volver a meterse en problemas.
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