"volvió a mirar la pared. el rostro de ella también se parecía mucho a un espejo. imposible. ¿cuántas personas había que refractasen hacia quien las miraba la propia luz? por lo general, la gente era como las antorchas, que ardían hasta consumirse. ¿acaso había muchas personas cuyos rostros captaban algo tuyo y te devolvían tu propia expresión, tus pensamientos más íntimos? "(Bradbury, Ray. Fahrenheit 451. New York, 1967).
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