el camino a su cabaña es largo. divaga en silencio por lentas horas, pasando por lugares como la playa, el puesto de helados y el bosque. no se atreve a pisar la casa central, no cuando ese había sido el último lugar que había visitado su, ahora difunta, pareja. y cuando las piernas por fin lo guían al lugar que una vez se alegró de considerar su hogar, es incapaz de siquiera tomar la manija. la sensación de solitud lo invade y lo asquea, recordándole de forma amarga que las camas de sus compañeros estarían por siempre hechas, la ropa estaría por siempre acomodada y, ¿quién sabe? quizás incluso lo cambiarían de habitación. así que, luego de lo que parece una eternidad, decide que es mejor no entrar ahí. había soportado la muerte de einar. había soportado la muerte de marina... e incluso estaba sobrellevando la de gavrilo, pero ver esa cabaña sumirse en un silencio sepulcral del que jamás escaparía no era un escenario para el que estaba preparado. recordaba, ahora, la primera vez que uno de ellos se involucró en un juicio. ¿habría sido mejor si hubiera escuchado a su voz de la razón cuando pudo? ¿habría sido mejor si nunca hubiera perdonado a kimie? ¿si se hubiera alejado de gavrilo cuando se lo pidió? ¿o si hubiera escuchado a júpiter cuando le prometió que quedarse solo le traería sufrimiento? sentado contra la puerta de la cabaña, no puede evitar pensar que quizá es parte de su castigo divino. en tan solo nueve días había sido golpeado de forma brutal por la realidad; él no había sido puesto ahí para formar conexiones.
entonces, ¿por qué es que el recuerdo de ellos tres provoca tanta tristeza? cuando llegó, se había prometido que sería cuidadoso. que tenía un objetivo y ese no involucraba, bajo ninguna circunstancia, a sus compañeros. a aquellas personas que había conocido por juegos del azar, y no destino... como se había permitido pensar una vez, cuando compartió lo que sería la primera y última pijamada de su vida.