Queridos Reyes Magos:
Aquí estoy como en los últimos años para sanar, aliviar, compartir, para decirles alguna cosilla que se ha quedado atorada o que aletea en mí con ganas de ser escuchada.
Alguna vez estuve mal, muy mal y otras muy bien, maravillosamente bien... Haciendo una media, no estoy peor que cuando la vida ponía trampas ni igual que los días en que la vida jugaba conmigo "a la rueda rueda de pan y canela". Concluyo, entonces, que estoy bien y estar bien es uno de los privilegios de estos tiempos.
Desde marzo del año pasado hasta hoy he re-descubierto el significado de la palabra familia, así como de la nada, de la espera, de la incertidumbre, he calculado la verdadera dimensión del mundo y los verdaderos amigos, saboreé el privilegio de entender el silencio y la importancia de abrazar y besar como una inversión de futuro.
Supe que jugar a recordar y a compartir la memoria son antídotos al miedo, al desamparo, a la duda, a la mutilación de las alas y los sueños.
Pude asumir que para ser feliz hace falta bien poco y que lo que nace de mí no tiene precio, ni valor de uso: la poesía no es una mercancía que se pueda insertar en la cadena productiva que propone este tiempo, aunque sea imprescindible para sanar las heridas de esta marcha forzada que hemos asumido por vida.
Por eso les pido una sola cosa; desterrar las palabras que hieren y mutilan como suicidio, por ejemplo, como olvido y rencor, como injusticia y desigualdad, como hambre y guerra, enfermedad y desahucio; llenar de girasoles ventanas, horizontes y sonrisas.
Decir a quien lea esta carta, que estoy aquí o allí, pero siempre en mi mismo y que si alguien esta parado al borde del abismo por la razón que sea, que tome mi número (+593978857059) que me escriba y que me invite, quizás juntos remendemos las alas y pongamos rumbo a la otra cara del miedo donde está la esperanza.
Les espero con una flor amarilla, un libro de poesía, un cuento o un abrazo.
¡¡¡BUEN CAMINO REYES MAGOS!!!