El Inicio
- ¡Silencio! - vociferó al tiempo que golpeó la mejilla de la joven - Eres una salvaje o que ¿Enserio piensan llevar esta muchacha con el Sultán? Esta flaca, desnutrida e visto niñas con más carne - la mujer dijo con ojos críticos.
La muchacha se encogió de hombros cuando fue tomada con fuerza del brazo.
- Son órdenes Kalfa, es carne fresca para el Sultán - el hombre habló sin descaro o empatía alguna.
- Sueltenme - la jovencita pidió tratando de zafarse del agarre.
La Kalfa irritada con exasperación se acercó a la rubia, su mano sostuvo su mentón apretando con fuerza, sus miradas encontrándose.
- Ahora perteneces al Sultán, estás en el centro del mundo, puede ser el cielo o el infierno - susurró lo último - Puedes marcharte Reyhan agha que yo me encargo de la muchacha - soltó su mentón y cruzó sus brazos con una pequeña sonrisa.
El agha miró con ojos entre cerrados a la mujer - Como quieras - con ademán de indiferencia salió del pequeño cuarto.
- Debes estar limpia, te llevaré a los baños - con su cabeza le señaló la puerta.
- No iré contigo a ningún lado - la rubia refutó.
- No te estoy preguntando -
Anastasia soltó un chillido cuando las manos ásperas de aquella extraña tiraron de su vestido, aún sometida por la mujer intentó defenderse, sin embargo fue despojada de su vestimenta en contra de su voluntad, sus pequeños pechos que apenas empiezan a crecer, la piel pálida y tersa a pesar del sucio, la silueta de una niña entrando a la madurez.
Expuesta y avergonzada trató de cubrir su desnudez con sus escuálidos brazos, las lágrimas bajando como torrente por sus mejillas, elevó su vista cuando algo golpeó su cara.
- Cubrete - ordenó la Kalfa indiferente.
Anastasia envolvió su cuerpo rápidamente en la toalla para segundos después ser llevada a rastra a lo que supuso era el baño.
- Que quede limpia - la Kalfa arrojó a la joven al interior del lugar.