Jadeo, ruborizandose aún más por las cariñosas palabras. Probablemente estas eran dichas por el respeto que le tenía, sin embargo, ahora poco importaba eso, ya que se sentía aceptando por primera vez en años. Suspiró, por esa lamida dada en su clítoris, una corriente electrica le había recorrido de pies a cabeza por la sensación humeda de la lengua chocar contra su intimidad. Iba hablar, agradecer por lo sútil que era con su palabrerío, pero las continuas lamidas de forma frénetica y con un vaivén exquisito que le fueron proporcionadas lo volvieron loco, casi soltando un alarido por tanto placer. Ese demonio tenía un lengua mágica.
Arqueo su espalda, temblando, totalmente vulnerable al tacto. Cerró sus ojos, e intentaba con sus manos callar sus gemidos, pero poco conseguía ya que al estar temblando demasiado, lo único que logró era soltar baba sobre sus palmas. ─── ¡General, mgh! ─── gimió corriendose, ya que al ser su primera vez, no aguantaría demasiado. Agitado, buscaba calmar su respiración, lloriqueante.
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