—Mi padre se fue a la guerra y nunca volvió — inició —solo quedamos mi madre y yo— pausó —ella se esforzó en mantener a flote la economía en nuestra casa, pero enfermó y murió— una lágrima cae por su ojo y ella la limpió, no va a darle el placer de verla llorar —por supuesto, mendigue por un pan— se sumergió en aquella época en donde nunca tuvo un horario fijo de descanso al estar en constante peligro de perder la inocencia a manos de un desgraciado —y un día, un hombre me encontró — una sonrisa vacía se instaló en sus labios —¡¿Quieres saber que intenciones tenía ese hombre?!— no esperó la respuesta de Reynold y rompió el silencio —intentó robar mi pureza— al escuchar las palabras de Penélope, Reynold palideció —es lo único que les interesa a los hombres, la pureza de una niña en crecimiento— pausó —lo golpeé, por supuesto. Y logré escapar… Él no se rindió, nunca se rindió… Me señaló como una ladrona y puso a los demás hombres asquerosos en mi contra— apretó los puños, nunca le ha gustado recordar esa historia, detesta contarla —de no ser por el duque… No estaría con vida ni mucho menos casta y pura— pausó —¿Quieres saber lo que les pasa a las niñas plebeyas sin padres cuando son acusadas de ladronas?... Son violadas en grupo y luego asesinadas de la peor manera posible— sentenció Penélope.
"La estéreotipica vida de una maga ancestral".