"Mmmh... sabe tan bien, Papi."

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Había sido una chica muy, muy mala. Mala, mala, mala.
Llevar a Danny a casa la otra noche formaba parte del plan desde el principio. Sabía que Justin, mi padrastro, estaba todavía despierto, cuando nos colamos en la casa ya entrada la noche; se preocupa por mí. Sabía que subiría en silencio las escaleras mientras yo me lo montaba en mi habitación con el chaval del instituto. Y sabía que nos miraría mientras follábamos.
Había bebido demasiado, pero era mi decimonoveno cumpleaños.


Al final, resultó que Danny fue una decepción. Estaba bueno y era atlético, pero era un crío. Nervioso, había jugueteado con mi ropa interior como si no pudiera creerse la suerte que tenía, y luego me había enterrado la polla con tanto entusiasmo, que sólo duró un par de minutos. Y tampoco es que pueda culparlo, con mis abultados pechos y mi respingón trasero a su alcance, yo también me habría entusiasmado por darme una buena follada.


¿He mencionado ya mi estrecho, y casi ilegal coño?
No era la polla de Danny la que yo quería, pero tendría que bastarme para mi propósito. De reojo, podía ver la sombra de Justin en el rellano de la puerta mientras follábamos. Me había preocupado de dejar la puerta entreabierta, incluso habiéndole dicho a Danny que la había cerrado, pero el muy idiota estaba demasiado borracho para darse cuenta. Me llegaba la respiración pesada de Justin desde el otro lado de la puerta, y sabía que estaba acariciándose el apretado bulto bajo los tejanos. Aquello me puso cachonda y fue lo que logró que pudiera continuar, gimiendo, y fingiendo que mi rollo-de-una noche me estaba dejando satisfecha.


–Oh, Papi -Digo, Danny fóllame el chochito...–
Soy mala, tomándole el pelo de esta manera.
Danny se deslizó en mi interior con la ferocidad de un gatito. Se estaba corriendo prácticamente antes de empezar. No importa. Si Justin estaba mirando, sabía que tendría que tomarme pronto. Todo lo que tenía que hacer era soltar algunos indicios.


– ¡Córrete en mis tetas! ¡Quiero todo tu semen, Papi... uh, Danny!–
Cuando Danny se retiró, se quitó el condón y se corrió sobre mis pechos, paseé los dedos por el blanco y caliente líquido. Eso hizo que mis endurecidos pezones relucieran, y me llevé uno de mis dedos mojados a la boca.


Mmmh... sabe tan bien, Papi.


– ¿Qué? ¿Me acabas de llamar Papi?–
Danny se arrodilló sobre mí, con su pene todavía sacudiéndose entre sus manos, mirando cada rincón de mí como el tonto machote cachas que era. Las apariencias no lo son todo, ya sabes.


–No, Danny. Debes haberme entendido mal. ¿Por qué iba a llamarte eso?–


–Uh, supongo. ¡Ahh, has estado increíble, Nicole!–Forcé una sonrisa. –Gracias. El baño está al final del pasillo, la tercera puerta a la derecha.


– ¿El baño? ¿Qué, quieres que me lave?–
Lo miré, con la frustración estampada en la cara. Sería todo un detalle. Porque tengo tu corrida por todas partes, y me gustaría ducharme, así que se rápido. Y no hagas mucho ruido... mi padrastro está en la casa.
Se subió los pantalones y salió al pasillo. Me pregunté dónde estaría Justin, si habría salido corriendo escaleras abajo cuando Danny se descargó, o si había huido a su habitación para masturbarse. Mi madre estaría fuera algunos días más en un viaje de negocios a Seattle, así que tenía toda la casa –o casi toda la casa– para él.

Y entonces lo escuché. El crujido de una tabla del suelo a la izquierda de mi puerta. Se había escondido en una esquina.
Sonreí. No me había equivocado. Papi  había estado mirando después de todo.

Papi está Mirando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora