Songs of Anarchy

Martín

Desde lo mas profundo del infierno emergerán los caídos, pues ellos merecen venganza.

...

Rasco el lodo que queda en la suela de mis botas, supongo que los perdí.

-O podías haberlos enfrentado.

Toco mi rostro con manos frías y mojadas, trantando de calmar el deseo homicida que me acosa desde los once años.

Con dificultad me levanto del charco de agua en que caí tratando de emprender una huida mas o menos decente.

-Pff...decente, dónde puedes ver lo decente en alguien que solo es un vil cobarde.

-Cállate Bill, en serio, hoy no estoy de humor.

-Nunca estás de humor para la verdad.

Prefiero no responder por dos razones. Uno: En serio no estoy de humor. Dos: La gente esta empezando a verme raro.

Me pregunto que ven de raro en un chico que habla solo, seguro y dicen; oh si, el es el chico raro, hijo de Sue, quien diría que siendo hermano de un muchacho tan simpático como Donald fuera a ser tan perturbador.

Bola de hipócritas, tienen la osadía de verme raro, cuando no se dan cuenta que viven en un pueblo que se hunde en su propia crapulencia.

Sin darme cuenta paso al lado de un restaurante, me detengo a observar como el dueño sale y bota los desperdicios de pescado encima de un viejo vagabundo, mas allá puedo ver al hijo del dueño drogándose con sus amigos en un callejón. Eso es a lo que me refiero, deberían quemar esta cuidad.

Camino un par de calles más, viendo la misma mierda de siempre; personas robando, drogándose, etc.

Llego a mi hogar (si a esto se le puede llamar así) entro a la cocina y veo el mismo panorama de todos los días, dos platos sucios en el lavador, nada de comida para mí, dos platos sucios, asquerosos de comida que no probé, esperando a ser lavados por mí.

-Si no fueras tan cobarde podrías comer a gusto...y con suerte obtener algo de respeto en tu propio hogar.

Iba a responderle al cretino de Bill, cuando oigo que alguien abre la puerta, también se oye los pesados pasos de unas botas de cuero viejo. Un olor rancio invade la casa, como a sudor, colonia barata y mil cigarrillos.

Violentamente alguien abre la puerta de la cocina.

-Y aquí vamos de nuevo...