Seguí vagamente el recorrido de una pequeña gota, que circulaba veloz por el cristal y finalmente desaparecía en su borde dejando un rastro el cual era pisado por las demás gotas provenientes de la fuerte lluvia.
Amaba aquellas tardes acogedoras de tormenta que incitaban a reflexionar y a cuestionarte cosas sin importancia. Realmente lo amaba. Amaba el silencio, las preguntas absurdas sin respuestas, los momentos para recordar, para cuestionar tus hechos y criticar tus fallos.
Necesitaba tardes así más a menudo para entablar conversación conmigo misma y lograr comprender mis retorcidos y confusos pensamientos.
Era un momento mágico para mí, probablemente raro para los demás, no todos saben apreciar la melodía de la lluvia acompañada de una respiración constante y ligera, aquella sin duda era la música que más confianza y tranquilidad me transmitía, pero, cómo no, esa melodía fue interrumpida por mi hermano el cual estaba de nuevo discutiendo con mis padres.
Ya era rutina el gritar en esta casa, no hay día que no se discuta, cualquier cosa, la más mínima estupidez sirve de escusa para alzar la voz. Incluso un simple ''Le falta sal'' abre camino a debates de media hora.
No me lo tomo a mal, me gusta escuchar la opinión de los demás y me encanta debatir sobre diversos temas, pero en mi familia se usa el tono alto y el ceño fruncido para cualquier tontería, incluso cuando se están dando unos la razón a otros parece que están discutiendo.
En el fondo nos llevamos todos bastante bien, cada uno con sus peculiaridades, pero eso no afecta a nuestras relaciones, aún que no tenemos mucho en común además del afán de llevarnos la contraria y algún que otro gusto musical.