De tu Júpiter, para mi Saturno

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La escuela, nunca ha sido precisamente mi lugar favorito para estar. No soy bueno estudiando, me cuesta poner atención absoluta en una sola cosa, sobre todo porque tengo espacios enteros a mi alrededor para explorar y pensar; lo último que me interesa son los estudios, ahí no está mi pasión, a menos que se trate de astronomía. Aunado a eso, también soy malo entablando relaciones con los demás; y hasta hace unos días, eso no era problema. Es que, las otras personas me parecen por demás básicas y aburridas, incluso parece que la mayoría fueron hechos con el mismo molde. Hacer amigos no me importaba, tenía mejores cosas en qué pensar y universos que seguir explorando... sí, antes, antes de que llegara Cuauhtémoc López.

Cuauhtémoc, Temo, como le dicen sus amigos, es diferente al resto de las personas; quizás no es una persona. He considerado seriamente la posibilidad de que Temo pertenezca a otro planeta, quizás otro universo, aunque para él y sus bonitos lunares, se me antoja pensar que proviene de Saturno, y ahí se desliza en su gran anillo mientras escucha música en sus audífonos blancos y escribe en su libreta color caramelo. Sí, seguramente Temo no es de este planeta. Imposible que un ser humano me resulte tan fascinante.

Es que yo tampoco soy de este planeta, o eso me gusta pensar. Quiero creer que soy de Júpiter, y por alguna razón desconocida, y por mala suerte, terminé en la Tierra. Sería fascinante que, mi encantadora gama de colores cafés y anaranjados, sedujeran a los bonitos tonos claros amarillos de su planeta. Me gustaría concordar con él que, esos preciosos lunares que adornan su rostro se asemejan a las rocas diminutas que conforman su anillo. Si fuera tan interesante como Júpiter, podría conquistar a mi Saturno.

Pero Temo, Saturno y Aristóteles, Júpiter, no parecíamos combinar, no nos hablábamos, a pesar de estar tan cerca.

Cuauhtémoc se sienta adelante de mí en clase. Llegó apenas hace unos días, es nuevo en la ciudad. Me gustaría preguntarle muchas cosas, quisiera saber porqué dejó su antiguo hogar, o porqué sus ojos delatan todo el tiempo la tristeza que guarda en su interior, si quizás se debe a eso, o es porque los demás tampoco lo entienden, como a mí. Sí, su persona es tan intrigante como su infinita belleza.

Me gustaría contarle que, este Júpiter desea orbitar para él. Que cuando habla en clase, en mi planeta nace vida. Ojala supiera que, cuando mis ojos, entran en contacto con los suyos, mi cuerpo humano tiembla, se estremece, y el Júpiter de mi interior se siente intimidado ante su encantadora presencia. Cuando me sonríe, sé que las estrellas del universo se sienten celosas, porque en comparación, jamás darán un espectáculo tan maravilloso como el precioso regalo que me entrega al hacerlo para mí cuando me saluda por la mañana.

Y sabía que debía acercarme a ese Saturno, hacerlo antes de que cualquier otro humano se atreviera a intentar conquistar su planeta. Por eso, antier le dejé una nota sobre su pupitre durante el receso.

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"Tan hermoso, que los demás planetas se sienten intimidados ante tu belleza, mi saturno. Tan increíble, que no puedes ser de este planeta. Temo, eres tan maravilloso, tan encantador. No dejo de pensar en ti, no paro de alucinar con la de idea de tu corazón y el mío orbitando juntos".

De: Tu Júpiter.
Para: Mi Saturno.

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Tardó un poco en darse cuenta de la nota. Iba distraído como siempre en esa libreta caramelo en la que siempre escribe cosas. Nunca logré mirar lo que hay en su interior, pero me provocaba curiosidad conocer lo que sea que guardaba en ella, porque cuando la mira, sus ojos se iluminan como con ninguna otra cosa. Cualquier cosa que le cause tal felicidad y emoción, debe ser especial, como él mismo lo es. Por eso, cuando lo vi por encima del marco de la puerta del salón leer mi nota, con esos mismos ojos iluminados repletos de estrellas, sentí la intensidad con la que el sol cubre a los planetas, y que a mí, por la lejanía, jamás llega de lleno, y en ese instante, a Saturno y a Júpiter, nos cubría en su totalidad.

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