01| ¿QUÉ ME DICEN TUS OJOS

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Era Septiembre, o quizás aún seguía siendo Agosto, Adrien habia perdido cualquier noción del tiempo en que se encontraba y ahora mismo solo pensaba en cuanto más tendría que estar barriendo. Él había conseguido un trabajo como mesero en un pequeño bar cerca a la casa de su amigo, con quién convivía. Esperaba conseguir dinero por su cuenta y poder salir del país. <Ya no existe la fortuna Agreste> se volvió a decir.

—¡Lemaire!—gritó el jefe de Adrien intentando llamar su atención, algo en vano porque el rubio no respondió

Lemaire era el apellido con el que se presentó Adrien para conseguir el trabajo. Ser un Agreste ahora era motivo de burla. Luego de tanto insistir, Adrien volteó mirando al hombre de alrededor de cuarenta años frunciendo el ceño. Siempre era amargado pero hoy habría una presentación en SU bar, todo debe estar perfecto. Así que su actitud era la de un presumido.

—Ve y arregla las sillas en el escenario

—Si señor

Dejó la escoba a un lado y tomó las bancas para acomodarlas en su respectivo lugar cerca a los micrófonos.
"¿Cómo era que se llamaba la banda?" Intentó recordar Adrien rozando las yemas de sus dedos con el micrófono. Era amante de la música y le gustaba oírla cualquier sea el género.
Entonces sintió un escalofrío envolverlo por completo, miró a todos lados notando como unas cuantas personas que charlaban entre sí, se acercaban hacia donde él se encontraba. Bajó del escenario algo tímido, tomó la escoba y continuó barriendo sin saber que alguien tenía los ojos fijos en él.[...]
La gente comenzó a llegar, el lugar estaba lleno y Adrien sintió que hoy llevaría dinero en sus bolsillos. Sirvió unos tragos y continuó queriendo mirar por encima de todas las cabezas que cubrían el pequeño escenario. La banda estaba tocando, un tema instrumental que era fantástico y le había echo erizar toda la piel con el solo de la guitarra.

—Lemaire, ve y limpia el desastre que hicieron adelante

—Jefe yo...

—Ve ahora mismo

Adrien asintió, fue por el trapeador y un balde de agua, era usual que la gente vomitara en los bares, pero siempre era lo mismo todos los días.
Adrien frunció el ceño apartando a unas personas para que le dieran espacio.

—¡OTRA! ¡OTRA!—gritaba la gente con entusiasmo y el rubio quizo unirseles

—Bien, tocaremos otra, está vez es una cantada por nuestra bella Alexander—dijo uno de los integrantes de la banda y todos aplaudieron

—Con permiso—pidió Adrien trapeando el desastre que habían ocasionado

Fue en aquel momento de silencio abrupto cuando el sonido agudo de una guitarra hiso estremecer el corazón del rubio haciéndole alzar la mirada con el rostro sonrojado por la sensación de antes.
Y como dos imanes, sus ojos verde se detuvieron en los azules del guitarrista quien no apartó la mirada del hombre con aquel trapeador.
Gozaron de las iris del otro y no despegaron los ojos hasta que Adrien volteó el rostro sintiendo su corazón embobado.
Miró de reojo al hombre y notó que este sonreía de lado.

CUERDAS TENSADASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora