Domingo 1 de febrero.

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A mi familia le encanta insultarme. Parece como si para ellos fuera un pasatiempo.

Que si "no tengo personalidad", que si "todo lo copio de personajes de libros", que si "vivo aislada de la realidad", que si "soy patética"...

Por eso me gusta tanto que vengan a visitarme. Porque me siento como pura mierda durante unas 48 horas o quizás más. Y no es como si no tuviera suficiente con que me duela el cuerpo, para que ahora vengan y hagan que me duela todo. Metafórica y literalmente.

Hacen que quiera echarme a llorar. Que me autocompadezca.

De hecho, la noche del 5 de enero lo consiguieron. Llevaba tres días sin llorar.

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