VERLIEBTHEIT

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"Aunque la mente podría estar equivocada, la sangre no"

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1933, una nueva década entraba en el siglo XX, Alemania nombraba como canciller a Adolf Hitler, una era de cambio se aproximaba para la nación que me vio nacer y crecer, mi padre levanto el negocio familiar una dulcería la cual comenzó a expandirse año con año hasta decidir probar terreno nipón.

Nací en una familia de emigrantes japoneses resididos en Alemania hace ya veintitrés años antes de la gran guerra, el negocio cerró después de esto pero se levantó nuevamente con el plan Dawes* en 1923 y quebró en el 29 por la gran depresión* papá recurrió varias veces a intentar vender el negocio pero nadie aceptaba una dulcería artesanal.

Y de la nada un sobreviviente de la gran guerra* autoproclamado el fuhrer nos ayudó con sus reformas hasta que mi padre tuvo la dicha de llevarla a su ciudad natal: Yokohama.

Como sucesor de esta empresa decidí ofrecerme en su lugar para cerrar los últimos puntos de nuestra transición al imperio japonés. Yo, Ryunosuke Akutawaga futuro dueño de la dulcería Die Ente* conocería la anterior vida de mis padres en aquella ciudad costera.

El viaje fue en un ferry de gran tamaño, un viaje bastante largo el cual duro tres meses en asentamientos en varios puertos como en Sicilia, Atenas, Estambul, India e Indochina* hasta llegar al puerto donde baje con los demás pasajero cargando mis maletas repletas de ropa y papeles, agotado debía llamar a un taxi que me transportase a la posada de basto privilegio.

Me recargue en uno de los barandales del lugar al lado de un lugareño de cabellos blancos, cubiertos por un sombrero de canotier hecho de paja y decorado con una cintilla color crema adornado de flores blancas y perlas; tenía un solo mechón de cabello y unos ojos bicolores, violetas y amarillos que observaban el mar con tranquilad recargando su pie derecho en la barandilla con un cigarrillo entre sus dedos dejando que el humo se incorporada al viento marítimo.

―¿Se le perdió algo señor? ―me cuestiono en un perfecto japonés nada comparado al mío que mantenía el acento alemán a frote ―Para nada señor... solo estoy esperando mi transporte ―conteste volviendo a observar la transitada calle entre gente y automóviles que paseaban ante mis ojos.

―¿Gusta? ―dijo ofreciéndome de su cigarrillo rechace con la mano atrayendo su atención denotando como se volteaba igual que yo observando el andar de la gente y los coches ―Atsushi Nakajima para servirle señor...

―Akutawaga, Akutawaga Ryunosuke.

Estrechamos nuestras manos volviendo a ese silencio incomodo que mantenía el hombre ―¿Y a que ha venido usted a Yokohama señor Akutawaga? ―cuestiono metiéndose su cigarrillo entre sus labios carnosos, rosados y secos ―Negocios ¿y usted? ¿Espera a alguien? ―interrogue ―No para nada solo me encanta ver el mar desde el puerto.

Mi transporte llego despidiéndome cortésmente ―Si quiere conocer la ciudad búsqueme en la editorial perros callejeros en el tercer piso, está en la avenida principal en el primer piso hay una cafetería ―comento con una sonrisa yo asentí y me subí viendo como me alejaba de él. La posada era de un estilo occidental perfecta para mí que no había vivido en lugares con infraestructura oriental, de cinco pisos el cual me toco dormir en el cuartogénito.

Era moderado y normal para los estándares los cuales había vivido recordando como perdimos nuestro primer hogar a causa de la gran depresión pasando a vivir en una habitación con tres familias más afortunadamente al resurgir la empresa logramos comprar un nuevo hogar el cual mi hermana Gin llamo el edén.

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⏰ Última actualización: Dec 29, 2020 ⏰

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