ᴛꜱᴜᴋɪꜱʜɪᴍᴀ ᴋᴇɪ

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°°ʟᴏᴠᴇ ᴍᴇ ᴛᴇɴᴅᴇʀ°°

Dentro del estudio de grabación, el ambiente se encontraba cargado. La banda estaba pasando por una racha complicada, donde no lograban ponerse de acuerdo con el estilo de sus canciones.

La verdad, estaba harta por todo esto. Gritos, discusiones, indirectas y comentarios destructivos por las obras ajenas de unos miembros a otros. La energía que produce la música nunca iba a poder fluir correctamente, no hasta que cada uno se calmara.

Por lo que se decidió, tomarse un tiempo. Un par de meses, para que cada quien logre analizar que quiere hacer de su carrera musical. Si decide continuar dentro del grupo o si decide terminar ese capitulo de su vida como miembro de la banda.

Tomé el pedal de mi Gibson guardándolo en mi mochila, mientras suspiraba.

La música siempre fue una parte vital en mi vida. Amaba tocar todo aquello que mis palabras no podían decir. Mi corazón gritaba a través de los solos de la guitarra eléctrica, lloraba al escribir las canciones. Sentía intensamente la música. Era el alfa y el omega de mi existencia.

Pero ver como mis compañeros discutían y se destripaban con sus palabras. Minimizando el trabajo de los otros, por el maldito ego de mierda que tenían, era desgastante. Se les olvidaba, que no somos dioses. Pero ellos, sacaban la peor cara de la industria musical: la música sin corazón.

-Descansen -digo a modo de despedida, siendo ignorada por mis compañeros.

Ni siquiera voltearon en mi dirección cuando salí por la puerta con la guitarra sobre mi hombro.

La voz de mi mentor, Haruki, vino a mi mente. Recordando que no valía la pena tocar en un lugar donde no estés cómodo. Lo comparaba con lacerar tu alma, día a día, solo por compromiso. Y razón no le faltaba.

Camine rumbo a mi trabajo de medio tiempo, el cual se ubicaba a tan solo unas calles. Era bastante cansado. Tener que dividirme entre la secundaria, los ensayos de la banda y el trabajo. Pero es lo que hay, sin dinero un músico no puede moverse.

"Ahora que lo pienso, debería conseguirme un pedal nuevo." pensé.

Sacudo mi cabeza alejando los pensamientos intrusivos, y me concentro en el próximo destino. Justo ahora, era llegar a mi trabajo.  

Y pensar que lo conseguí por la chismosa de mi madre, que se fue con la vecina a decirle que necesitaba dinero.

Según ella, lo único en lo que soy buena es  dormir y tocar la guitarra. Por lo que, en una tarde, una cosa llevó a la otra, y acordaron que le diera clases al hijo de la señora Tsukishima: el poste de luz parlante.

Bufo molesta al recordar las primeras lecciones. El rubio tenía un encanto natural, la habilidad extraordinaria para caerle bien a los demás y la empatía. Era tan dulce como el ácido de una puta batería. Y de su boca solo salían palabras de aliento para los demás.

Una risa amarga salió de mi boca al pensarlo. 

Los primeros meses fue una completa pesadilla. No podía creer que alguien con su actitud estuviera emparentado con la señora Tsukishima, quien era un pinche ángel con todo el mundo. Sin olvidar a Akiteru-san, quien era un rayo de sol con quien se cruzara.

En parte lo hacía por ellos. Pero debo admitir, que también lo hacía por mis propios motivos. Además del dinero, quería verlo. Necesitaba comprobar que estuviera bien. Porque más allá de cuan insoportable fuera, me preocupaba por él. Aun luego de tantos años.

La enemistad entre Kei y yo ha existido poco antes de entrar en la secundaria. Durante nuestra niñez, solíamos pasar las tardes juntos escuchando música, leyendo, jugando con nuestras figuras de dinosaurios o hablando durante horas sobre cualquier cosa. Éramos confidentes. Y cuando Yamaguchi se unió a nosotros, éramos el trio perfecto.

ღ 𝗛𝗮𝗶𝗸𝘆𝘂𝘂! 𝗢𝗻𝗲-𝘀𝗵𝗼𝘁𝘀 ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora