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El escandaloso sonido de la alarma ocasionó que ambos hermanos salieran de sus cómodos sueños. La muchacha entreabrió los ojos perezosamente, soltando un pesado gruñido mientras observaba con odio el despertador.
—Haru... apaga eso.—murmuró, levantando momentaneamente la cabeza de su almohada.
El pelirrojo soltó un silencioso bufido, acurrucándose aún más entre sus sábanas—La idea de poner una alarma fue tuya, es tu responsabilidad.
—Lo hice para no quedarme dormida. Recuerda que papá no está para despertarnos, se fue a trabajar hace algunas horas —masculla, dejando caer su cabeza en la comoda superficie hecha de plumas—. Yo la puse, asi que a ti te toca apagarla.
—¿Y para que la pones si luego la quieres apagar? Harubaka —bufa, frunciendo el entrecejo. Tomó el silencio de su hermana como una victoria personal, y de mala gana se reincorporó en su cama para levantarse—. Que conste que solo lo hago para bañarme primero, tú tardas dos siglos ahí dentro.
La muchacha sonrió levemente, contenta ante la oportunidad de dormir algunos minutos extra. Hoy tendrían la famosa prueba de admisión a la U.A. Se pasó la noche anterior viendo por internet algunos vídeos del reciente festival deportivo en el cual participaron sus futuros compañeros, y no pudo evitar sentirse ligeramente preocupada al ver lo talentosos que eran todos.
Pero tampoco la atormentaba mucho aquello. La ególatra vocecilla en su cabeza no dejaba de repetirle que ella era mucho mejor que todos esos alumnos, y como siempre, decidió creerle ciegamente.
No obstante, seguía sintiéndose gratamente impresionada por el desempeño que mostraron varios de esos alumnos. Destacando entre ellos el muchacho de cabellera verde, el rubio con aparentes problemas de ira y, el extrañamente apuesto chico de cabello bicolor.
Se notaba aleguas que cada uno de ellos luchó con todo lo que tenía para conseguir la victoria, y eso fue algo que la hizo reflexionar un poco sobre su desempeño actual.
