~*Día 5*~

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Tema: En tiempos de guerra.


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Sin soltarle de la mano, se adentra en el parque. Al ser él quien, prácticamente, guía, trata de pasar entre los árboles intentando desorientar a sus perseguidores o, en el mejor de los casos, perderlos. Para su desgracia aquello no sucede. Continúa corriendo, pronto regresa a las calles, todavía escuchando las agresiones verbales que lanzan hacia ellos. Reafirma su agarre en la extremidad de su amigo y le obliga a aumentar la velocidad.


Cruzan a la acera de enfrente. Sus piernas duelen, apenas puede respirar. La constante sangre que emana de la abertura en su ceja, le dificulta la visibilidad en su ojo izquierdo pero sabe que no debe detenerse, así que, usa el brazo que tiene libre para limpiarse, manchando la blanca tela de su uniforme de rojo carmín. Estúpidamente da una vuelta en un lugar que no conoce, creyendo que al salir del otro lado será más sencillo escapar.


Su plan se desmorona al toparse de frente una pared de ladrillo. Busca algún bote, caja u objeto que les pueda servir para emplearlo de base y saltar. Descarta la idea al notar lo alto que es. Está por regresar en sus pasos, sin embargo, es demasiado tarde. Al girar, los tres chicos están ahí, impidiéndoles irse. Sin querer, se atrapó a sí mismo en un callejón, ni siquiera alcanza a ver la acera, donde pudiera pedir ayuda a algún transeúnte. Las paredes aledañas pertenecen a lo que, supone, son bodegas, ya que no cuentan con ventanas.


Respira hondo, sabiendo que no le va a quedar más que aguantar la golpiza. Se apresura a colocar en su espalda al tailandés que, al comprender sus intenciones, trata de ponerse, mínimo, a su lado pero no se lo permite. Los tres muchachos, luego de que consiguen tranquilizarse de la agitación de perseguirlos por largo rato, los miran enojados. Avanzan a paso firme, uno de ellos se truena los dedos, imitando alguna de las tantas películas que probablemente vio.


México retrocede hasta dejar la espalda de Tailandia contra el alto muro. Endurece las facciones de su rostro y, con impotencia, aprieta los puños.


—¡Por qué están haciendo esto! —exclama su amigo, asomando el rostro desde su hombro.


—¿Qué no se están viendo? —señala el más fornido con un tono que delata el, injustificado, odio que les tiene—. ¿Cómo pueden exigir que los respetemos si se visten así?


—¡Ese es el uniforme de las chicas! —grita otro aventándoles, de nuevo, una piedra que se estrella en la verdosa mejilla.


—Si quieren hacer sus joterias es problema suyo pero no tienen por qué restregárnoslo a la cara. —Los otros dos asiente con la cabeza apoyando tal frase como si de la verdad absoluta se tratara.


Tailandia intenta "razonar" con ellos, argumentando la realidad de lo inofensivo que es usar cualquier tipo de ropa. Claro está que es en vano pues los muchachos los han perseguido con la idea principal de enseñarles una lección. México es más consciente de eso, por lo que, al verlos acercarse, se limita a usar su propio cuerpo como un escudo protector. Recibe los golpes, escuchando de fondo los gimoteos de su amigo quien súplica porque se detengan.

AleMex Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora