CAPÍTULO 2

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Estoy deslumbrada, no mentiré. Tal es mi nivel de asombro al ver a uno de mis escritores favoritos, que no he movido siquiera un musculo o emitido palabra alguna desde que este hombre, se detuvo a una distancia prudente de nosotros.

El que no reconociera en primera instancia a Thiago es porque su cabello ya no está teñido de negro, sino va al natural y corto. La claridad irrumpiendo en el salón le sienta bien a sus hebras castañas claras, que en las puntas parecen doradas. La barba se ha ido, solo un rastro de ella de al menos tres días es perceptible y a diferencia de las entrevistas que he visto de el en la televisión, donde despilfarra ese aire de amabilidad; estando cara a cara con él, puedo percibirlo como un hombre tosco, su mirada es penetrante, su semblante inexpresivo, la postura erguida, cabeza arriba y la seguridad excesiva en su caminar son máxima prueba de que la confianza, es su mayor atributo.

Noto cuan alto es y con disimulo, continuo el recorrido con mis ojos por el resto de su anatomía. Asumo a de ser amante del ejercicio para tener ese cuerpo de infarto, que a pesar de no lograr visualizarlo como se debe, la camisa negra de mangas a tres cuartos, se adhiere a su cuerpo como especie de una segunda piel, haciendo notoria los resultados de un arduo trabajo en sus bíceps y tríceps.

—Eres perfecto— Digo en voz baja, aunque lo suficiente audible para recibir un entrecejo fruncido y una mueca decorándole los labios en modo de respuesta.

—¿Disculpa?—Cuestiona, alzando una de sus cejas.

—Que el lugar es perfecto— Enmiendo mi desliz, intentando sonar lo más serena posible. Thiago esboza una sonrisa forzada en su rostro, una vez que se cruza de brazos.

—Y eso que aún no has visto nada—Muerdo mi labio inferior, conteniendo la risa, porque no hay manera en que no le dé doble sentido a la oración.

—Auba, él es Thiago mi amigo e hijo de mi jefe— Me toma varios segundos para estrechar su mano ante la sorpresa de que mi mejor amigo me estuvo ocultando todo este tiempo su amistad con alguien a quien admiro desde hace mucho—Thiago, ella es Auba.

Boquiabierta contemplo a Fernando y seguidamente a mi escritor favorito. ¿En serio tiene dos hijos?, es bastante joven para ello, digo a mis adentros todavía confundida.

—Eres muy...

—¿Joven?—Me interrumpe, dando la impresión de que no he sido la única persona en pensarlo.

—Sí, joven— Contesto e instantáneamente eso lo hace sonreír. Si minutos antes me parecía atractivo, ahora al ver su encantadora sonrisa me hace fantasear en que ha sido tallado por los mismísimos dioses.

—Tomen asiento—Nos invita, volviéndolo oficial al realizar un ademán con su mano—¿Desean algo de beber?

—Me conformo con una taza de café—Responde Fernando en automático, dejando caer su trasero en el sofá.

Permanezco estática, aun sin poder creer que esté en casa de un grandioso escritor que se ha encargado de arrancarme suspiros con sus libros. Tengo el presentimiento de que cuando le cuente a la abuela Kat quien era el misterioso padre, me llamará mentirosa y pensará que le estoy tomándole el pelo.

—Agua estaría bien—Tardo en hablar, logrando sacarle otra sonrisa, solo que esta vez no muestra su perlados y rectos dientes. Asiente, gira sobre sus talones y se dirige a la cocina que está al frente.

Cuando ya no hay rastro de él con nosotros, cierro mi mano en puño, la cual acaba impactando con rudeza el brazo de Fernando.

—¿Qué mier..?

—Me mentiste—Lo interrumpo, acusándolo.

—No te mentí, solo oculté parte de la información—Se excusa, alzando los brazos—Fue petición de Thiago por seguridad, incluso, en el hipotético caso de contratarte o no, él te pedirá que seas discreta en cuanto a su hogar, la conversación que tengan aquí y en especial sobre él y sus hijos.

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