CAPITULO I

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Primera hora de la mañana, el Sol apenas comenzaba a salir cuando la alarma sonó a todo volumen. Alice no podía creerlo, sentía que había dormido muy poco. Desde hace días se sentía muy cansada pero esa mañana en especial, algo le agobiaba más de lo normal.
Su rutina comenzaba apenas pusiera un pie fuera de la cama, aunque quisiera continuar durmiendo no podía, su madre estaría ahí en cinco minutos aproximadamente, tiempo exacto en el que debía estar preparada.

Sin dudar, apagó su alarma y se levantó.

Al abrir su ventana los escasos rayos de sol iluminaron su habitación.

Cinco minutos después estaba preparada, su madre no tardó en llegar.

—Buenos días—, saludaba Isabelle, madre de Alice.
—¡Buenos días madre!
—¿Estás lista?
—Claro, dame un segundo y estaré contigo.
—Te veo abajo en el comedor.
—Lo sé—, suspiró.

Se miraba al espejo mientras pensaba, el día era de lo más normal pero algo no estaba del todo bien, o al menos eso sentía. Inmediatamente salió de su habitación se dirigió al comedor donde su madre esperaba tranquilamente.

—Hola—, sonrió Alice.

Su madre no movió un solo dedo, simplemente la miraba desde el otro extremo de la mesa de manera fría y pensativa.

—Tomé asiento señorita—, dijo Ariana, hija de Elena ambas empleadas de la casa.
—No seas tan formal— respondió Alice—, puedes llamarme por mi nombre.
—Imposible— habló finalmente Isabelle—, existe una barrera de respeto entre los empleados y nosotras.
—No es para tanto.
—Si dejamos que nos traten de iguales harán cualquier cosa.
—Su madre tiene razón, señorita Alice—, interrumpió Ariana.
—Pero Ari, tu eres una persona tal y como yo.
—No importa, en verdad solo soy una empleada.
—No me parece justo que hables así de ti.
—Deja de sentir compasión por el personal—, dijo molesta Isabelle— ellos están aquí por trabajo no para hacer amistades.
—Eso está mal— respondió Alice con molestia—. ¿En qué lugar está escrito que no puedo ser amiga de Ari?
—No es necesario que abogues por mi, lo digo en serio.

Antes de que la discusión se alargará Isabelle le pidió a la empleada que trajera el desayuno inmediatamente, a pesar que Alice siguió insistiendo su madre simplemente la ignoro.
Posteriormente al desayuno, Alice y su madre se dirigieron a la sala de ensayo donde las clases de piano esperaban.

Horas más tarde, finalmente tuvo un descanso para salir al enorme patio de la casa donde admiraba la naturaleza.
Su cabeza daba mil vueltas, quizás el estrés le estaba ocasionando una pequeña migraña, su madre la tenía bajo mucha presión ya que su presentación en Turín sería pronto.

«He practicado tanto que no siento mis manos, necesitó un respiro fuera de este sitio. Una noche es todo lo que pido, quizá mi madre pueda entender»

Alice creía que salir una noche a la ciudad podría liberarla del estrés, imaginaba salir de compras o a comer en algún sitio. Era positiva a pesar del panorama, pues su madre no era una mujer fácil de convencer pero valía la pena intentarlo.

La clase fue retomada, Alice demostraba un increíble talento que poseía desde hace años, sus recuerdos de como inicio en el piano eran vagos pero estaba segura que el talento lo poseía desde pequeña. Al término de la segunda sesión le pidió a su madre unos minutos para hablar.

—Perfecto, no esperaba menos de ti—, dijo Isabelle con seriedad.
—Gracias madre, me he esforzado mucho estos últimos días.
—Así es, pero no te dejare conformarte con esto, aún puedes mejorar bastante.
—Lo sé, quizá si me permitieras salir esta noche podría festejar mi gran mejoría.
—Por supuesto que no—, dijo tajante.
—Madre, creo que merezco un descanso de todo esto. Solo te pido que salgamos juntas esta noche.
—No tengo ganas de salir, aún tengo que solucionar los problemas que nos ha dejado la muerte de tu padre. No tengo tiempo de salir a distraerme.
—Entonces permíteme ir yo sola.
—En definitiva es un no, no quiero seguir con esto.
—Entiendo— respondió decepcionada.

Deep SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora