Todo Comenzó...

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"Soñé que me enamoraba; soñé con una extraña"

Al despertar miré por la venta y vi mi hogar, el bosque en el que nací, el bosque en que he de morir.
Los árboles crecen y crecen, sus ramas se extienden con libertad a los cuatro vientos y así crecer cada vez más.
Escucho el agua correr en el río que está a un par de minutos de mi casa y como los pajaritos elevan su canto en las copas dé los Pinos.
No puedo dejar de amar esta vista que la naturaleza me ha regalado, el sol aún no ha despertando, eso significa que es hora de trabajar.

Bajo las escaleras y salgo de casa sin despertar a mi madre y hermano mayor que aún siguen dormidos. Mi casa esta hecha de troncos y piedras, la heredamos de mi abuelo.

Me dirijo por el mismo camino que mi padre un día me enseñó hace diez años cuando tenía sólo cuatro, el falleció hace un par de otoños, así que yo me encargue de algunos de sus deberes. Seguí el camino hacia el sur y hallé aquel lugar mágico, un valle completamente hermoso; kilómetros de verde pasto con un río pequeño que circula desde la colina y alimenta todo este lugar, el mejor sitio par pensar. Me senté un rato en un viejo tronco que está junto el río y logre mirar mi reflejo en el agua; un joven de tez morena clara, ojos cafés y pelo negro, quizá pudiera llegar a ser considerado apuesto pero nunca he conocido ha alguien que me lo dijese excepción de mi madre, para ella mi hermano y yo somos los más guapos del Reino. Me pare y seguí mi camino.
Aquí recogí varias flores para mi madre, le alegran el corazón y le recuerdan a mi padre; el siempre lo hacia; así yo espero algún día tener a una bella dama a quien regalarle hermosas flores.

Camino por el valle hasta llegar a mi destino; un lugar lleno árboles caídos, todo está seco y triste, tomo un tronco mediano y lo llevo a la cabaña de mi padre que está construida aquí mismo con el fin de cortar leña y proveer a mi casa y la de algunos vecinos.

Al cortar el tronco y haberlo convertido en pequeños tronquitos los acomodo en una vieja carreta que hay aquí y emprendo mi camino de regreso.

Primero llego a la casa del rey y la reina, así les nombré yo porque son muy bondadoso y tiene un gran negocio en el pueblo cerca del castillo, por lo que viven de una manera agradable, yo sólo he ido un par de veces al pueblo, mi hogar está aquí, en el bosque.

-Buenos día señor Carlos- saludo mientras dejo quince tronquitos junto a la cabaña.
-Muy buenos días joven Sebastián- me saluda -Usted siempre tan trabajador, tome- extendió su mano para entregarme 5 monedas de oro, siempre me da dos o tres, pero hoy es mi día de suerte.
-Muchas gracias Señor Carlos.
-No hay de que joven, no lo mal gaste.

Me dirijo a la casa del alfil, así lo nombré yo, el es un hombre viudo que perdió su esposa debido al ataque de un oso, por eso el se encarga de proteger nuestro hogar de cierta manera, ya que el vive en un extremo y ha hecho que los animales le tengan miedo, ya que no quiere que alguien mas ataque nuestro hogar. Su casa se encuentra en el norte y tiene forma de torre.

-Buenos días Daniel- saludo mientras dejo 20 troncos cerca de la torre.
-Buenos días Sebastián ¿cómo haz estado?- me responde.
-Muy bien gracias, ya acabe el libro que me prestó- dije sacando de mi pequeña mochila un libro y entregándoselo.
-El corazón del valle, un buen libro- me dijo tomando el libro- espera aquí, he de traerte algo.

Esperé un rato, cuando salió de su torre y me entrego un libro con el título de "Libertad del ave"
-Es poesía, espero te guste.
Me quedé un momento observando el libro, no era tan gordo como lo otros que he leído.
-Gracias Dan- me despedí.
-Hasta luego Sebastián, saludos a tu madre y dile a tu hermano que no llegue tarde.
Luis lleva un invierno trabajando con él, Dan le enseña a cazar y así nos provee de carne a mi madre y a mí.

De regreso a casa veo como la chimenea expulsa una pequeña nube de humo- mi madre ya despertó- pensé. Al entrar deje los otros 15 troncos junto a la chimenea.
-Buenos días madre- salude con un cariñoso beso en la mejilla y entregándole aquellas flores blancas.
-Hay mi amor, están bellísima- dijo con un suspiro, una sonrisa y ojos apunto de llorar reflejaron en su rostro.
-He traído la leña, por si hacia falta- Le comente tratando de cambiar el tema -y Dan te manda saludos.
-Gracias hijo, ve a lavarte, te he preparado el desayuno.

Salgo de la cabaña y voy a la parte de atrás donde hay un pozo con agua, gracias a un balde que hay saqué agua para lavarme las manos y un poco el sudor que se derramaba por mi frente.
Entre a la cabaña y mi hermano estaba sentado en la mesa junto a su arco.

-Hola Luis- salude mientras me sentaba a su lado.
-Hola Sebas ¿qué tal tu mañana?
-Muy buena- conteste -El Señor Carlos hoy me ha dado cinco monedas de oro- comente y le entregue tres a mi madre y dos a Luis.
-¿y qué hay de ti?- me pregunto Luis.
-Yo no quiero dinero aún, tengo lo que necesito exactamente aquí, en el bosque- dije sonriendo.

Claro que si he soñado con ir al pueblo y conocerlo pero se que mi lugar esta aquí.

-Sebastián, tienes un corazón como el de tu padre- me dijo mi madre.

Siempre me han dicho que me parezco a Él, espero que sea verdad, el era un gran hombre, respetado por todos, hasta era conocido en el pueblo y por la realeza, aunque la realeza con su muerte solo nos dio un par de monedas de oro y se busco a otro que le llevase leña.

-Gracias madre- dije.

Me ofreció una taza de té caliente hecho con unas hierbas que crecen en el bosque. Tiene un sabor dulce y agradable.
Mi madre puso un pan con mermelada de vallas sobre un plato enfrente de mi al igual que a mi hermano.

Al terminar mi hermano se levanto y tomó su arco y con un beso se despidió de mi madre, me dio un fuerte abrazo y salió de la casa.

-Hijo necesito que me hagas un favor.
-Si, dime- respondí.
-Ve al pueblo- no me gustaba la idea -necesito que me consigas unas cosas por favor.

Refunfuñe un poco, tenía planeado adentrarme en el bosque para comenzar a leer mi nuevo libro y pensar.

-Se que no te agrada mucho la idea, pero ya nos hacen falta varias cosas, ¿de acuerdo?
-Si madre, esta bien.

Me miro y soltó una ligera sonrisa

-Si gustas puedes llevarte a jack.

Jack es mi caballo, lo crié desde que el era pequeño, ahora ya es grande y puede ser montado, mi padre decía que el hombre y el caballo pueden llegar a ser uno sólo si le abres tu corazón. Jack siempre me ha escuchado, con la muerte de mi padre el seco mis lágrimas.

-Esta bien- mi madre me dio una lista y en seguida tome mi capa y salí de la cabaña.

Camine por un par de minutos hasta llegar al establo de mi padre, ahí estaba jack, un caballo hermoso de color negro con ojos enormes y patas de roble.

-Hola jack, hoy vamos ir al pueblo- soltó un refunfuño, tampoco le gustaba ir al pueblo. No pude soltar una carcajada al escucharlo refunfuñar

-¡vamos, será divertido!- dije.

Monte a jack y juntos emprendimos nuestro viaje al norte.

Mente de ajedrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora