INTRODUCCIÓN

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En pleno invierno la noche era cruda e inhóspita, los animales silvestres descansaban tranquilamente en sus refugios y los árboles se mecían violentamente con la fuerte ventisca, trayendo consigo las ramas y hojas caídas

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En pleno invierno la noche era cruda e inhóspita, los animales silvestres descansaban tranquilamente en sus refugios y los árboles se mecían violentamente con la fuerte ventisca, trayendo consigo las ramas y hojas caídas. A ambos lados del río se extendía un denso bosque de pinos. Poco antes de que el invierno hiciera lo suyo con su llegada, el viento había desnudado a los árboles de sus hojas. Sobre la tierra reinaba un vasto silencio. Toda ella era una desolación sin vida, sin movimiento, tan solitaria y fría que no se desprendía de ella ni siquiera un espíritu de tristeza.

El sonido de fuertes pisadas alarmó a los habitantes salvajes de aquél bosque, algo no andaba bien. Un par de conejos huyeron despavoridos ante una presencia que se acercaba velozmente. Pero a la criatura causante del desorden poco le importo las pequeñas presas y paso de largo dando un gran salto para atravesar el pequeño riachuelo congelado. Su aliento se congelaba en el aire, en cuanto salía de las fauces, y se depositaba, formando cristales, sobre su piel dura. El sonido de sus patas contra la nieve caída era lo único que se escuchaba en aquél bosque de penumbras. Enseguida empezaron a oírse chillidos como si se tratara de un animal sufriendo, y que en realidad eran provocadas por las bestias de aspecto humano que le seguían las huellas desde el inicio.

Gritos desesperados como una llamada a través de la noche y el frío y que fueron respondidas por otros al instante. Los gruñidos de aquellas sombras que perseguían a la criatura lo pusieron en alerta, utilizó su olfato y oídos; logrando captar alrededor de una docena de esos seres que estaban a un kilómetro de alcanzarlo. Poseer una visión nocturna le ayudo a encontrar un hueco entre las raíces de un gran árbol, se acerco con cautela y supervisó que no hubiera algún animal o insecto que viviera en su interior. Al ver lo seguro que era, se dispuso a dejar la canasta que sostenía en sus fauces, sus colmillos dejaron de apretar el asa y con ayuda de sus patas, lo empujo hacía el interior para mantenerlo protegido. Oculto la entrada con un poco de ramas y hojas secas que estaban regadas por el suelo nevado para mantener el hueco cálido y por último formó un muro de nieve para cubrir cualquier rastro de olor. Una de las patas de la criatura golpeó fuertemente el suelo mostrando una amenaza clara a los invasores que estaban ocultos en las sombras. Observando fija e intensamente el lugar donde brillaban un par de ojos en la oscuridad, lentamente adquiría forma la silueta humano y animal.

BESTIA INFERNAL [LIBRO 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora