Capítulo 17

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Duele.

Capítulo 17.

Viernes, 30 de Agosto, 2024. Combarro, Pontevedra.

07:31h de la mañana.

Desde la última esquina del pueblo mi cabeza medita si ir al muelle o no, si sentarme como cada mañana sobre esas tablas a esperar ya ni sé el qué.
Dejo escapar un suspiro con las dudas que me inundan, que no me dejan moverme del sitio donde mis pies parecen amarrados con cadenas.

Antes ir al muelle era algo que "necesitaba" hacer, era una forma de recordarme que Rafa podría volver.
Ahora si voy no es con esa ilusión, no es esperando ver su cabeza llena de rizos aparecer entre las olas del océano.
Mis ojos ya parecen haberse resignado a no verlo montado en un barco que lo traiga de vuelta.
Ahora buscan a otro chico, uno que sentado a mi lado me ha hecho pensar de otra manera.

La "discusión" que tuvimos ayer es lo que me frena a ir hasta el borde de esas tablas a sentarme como todas las mañanas.
Sabía que llegaría el momento en el que Hugo quisiera saber por mí la historia, ese momento en el que no le iba a bastar la versión de los demás.
No, él quiere comprobar en mis ojos todo de mí mientras de mi boca sale ese relato.

Hugo quiere ver a través de mí que aunque sigue doliendo la pérdida de Rafa, él tiene una oportunidad, que no es sólo el tonto que cura la herida y después queda a un lado de la carretera.

Me decido a ir, mis pasos me llevan hasta el mismo sitio que ocupo todas las mañanas, la nota que encuentro debajo de la piedra sigue estando, como todos los días.
Me agacho para cogerla, para leerla. Es inevitable que una sonrisa no aparezca al hacerlo, en la tinta que dibuja las letras puedo verlo, puedo ver como es Hugo quién las escribe. Aunque no se lo diga, sé que es él.

Espero los tres minutos que suele tardar en venir, cuando los segundos, concretamente hasta acabar los 180 segundos que esos minutos tienen.
Mis oídos no escuchan sus pies sobre las tablas.
Me giro y mis ojos no lo encuentran, Hugo no está.

Suspiro, quizás se ha dormido, quizás está aún haciendo el café con leche sin lactosa que me trae todas las mañanas.
Quizás solo está esperando a la cafetera, o no encuentra los zapatos.

Dejo los minutos correr, pero no aparece. Mi cabeza gira hacia su autocaravana cada pocos segundos, pero nada se mueve, nada cambia.
Antes deseaba está soledad que ahora me acompaña, solo quería  perder mi mirada en el mar para tratar de ver a Rafa, ahora mis ojos solo quieren que el rubio aparezca.

Mis manos quieren que se siente a mi lado para poder rozar, jugar y entrelazarse con las suyas.
Mi sonrisa quiere contagiarse de la de él.
Mi cabeza quiere divagar por miles de situaciones con solo su presencia a mi lado.
Mi nariz quiere perder en su olor de nuevo.

Mi voz quiere conversar con la suya, y lo que es más importante, yo quiero que él esté aquí.
Que lo de ayer no nos aleje, que esa pequeña "discusión" no nos afecte.

Cansada de esperar, de estar aquí sentada esperando camino hasta la puerta de su casa.
Doy tres golpes en la madera que resuena y mis pies retroceden un paso, para poder mirarlo mejor cuando aparezca.
¿No pensaba venir al muelle?

Sus ojos medio cerrados me deja ver que estaba durmiendo.
Su pelo revuelto, me invita a pasar la mano por el para acomodarlo a mi gusto.
Bosteza, estira los brazos hacia arriba y me hace darme cuenta de que no lleva puesta camiseta.
Carraspeo sin ser muy notoria para tratar de sonar bien y que no note el temblor de mis piernas reflejado en mi voz.

-¿Durmiendo?
-¿Qué pasa?
-¿No vas a venir al muelle conmigo? -Sus ojos se abren y unos segundos después aparece una sonrisa socarrona en sus labios.-
-¿Me estabas esperando?
-Deja de hacerte el tonto y vamos.

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