Capítulo 7

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              TARDE PARA AMAR

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      Pensé de ahí en adelante que cada día que sentía que me enamoraba más solo era una trivialidad de lo que creía ya había experimentado, descubrí luego que el final feliz puede pasar como una estrella fugaz, si no sabes pedir el deseo correcto pierdes tu tiempo y tu oportunidad. Me casé con la mujer más hermosa que mis ojos vieron, me enamoré como nunca pensé hacerlo, pero después de tres años de relación algo iba mal conmigo, con mi forma de verla, ya no era tan auténtica su sonrisa al recibirme después de un fin de semana de viaje, me pasaba todo el tiempo pensando como puede ser que si la amo no sienta que muero al no tenerla, de todas fue la única que tuve entre mis manos, amé a tantas mujeres que cuando encontré quien me amara como nadie nunca lo hizo las dudas comenzaron a atacar mi mente, ella me esperaba cada tarde, mi madre la amaba, mi padre tenía una tercera hija y mi hermana una cómplice en sus escapadas de vez en cuando, y yo cada noche me aferraba a su cintura buscando respuestas a mis tantas dudas. Ya no éramos las de antes, ya no era una niña que jugaba a cada rato con mi cuerpo y yo extrañaba sus locuras, sus fantasías y ella crecía y yo seguía esperando aquella locura de los primeros meses, temía que todo se enfriara y un día sin más no la volviera a sentir en mi piel, que una noche me sintiera sola teniéndola al lado, temía dejarla de amar, temía que nunca la hubiera amado y solo cinco años después me percatara que nuestra chispa encontraba fecha de vencimiento. Una tarde como cualquier otra hablaba con Julia, y le comenté lo que me pasaba, se echaba a reír para apaciguar la situación, pero en el fondo sabíamos que no era buena tanta rutina. Inventé cualquier excusa por tal de estar a solas una vez más, un momento más y así, de golpe solté todo lo que sentía, dos lágrimas escurrieron de sus mejillas y comprendí que había roto mi promesa de nunca hacerle daño, vino entonces la preguntas clásica-Tienes otra-y yo que no lo podía creer, no me entendía, no era un problema de tener otra, nunca la traicionaría, el problema era estar tan bien, fingir la vida perfecta que me asqueaba. Intenté calmarla, pero terminó por marcharse de la casa y entender todo mal, no quería una separación, quería tenerla más cerca, quería volver a sentirla, no perderla y ella solo pensaba que todo había acabado. Pasaban los días y comprendí que iba en serio, no contestaba mis llamadas y la verdad no sabía donde se había metido, tuve miedo una vez más de perderla más de lo que la había perdido. Mi final feliz se fue de vacaciones y yo me quedé esperando la segunda parte de la película, al menos ya no me sentía sola teniéndola al lado, sino que me sentía sola y al mirar al lado ya no estaba, mi vida era nada y mi trabajo al borde, escribía más rápido que nunca, pero seguía añorando su voz a lo lejos preguntándome que querría de comer, o sus silenciosos pasos, extrañaba contarle lo que escribía o mirarla a los ojos y confesarle que ella era la protagonista de todas mis novelas, comprendí al perderla que nunca había sido tan feliz como ese tiempo juntas, era el amor de mi vida y recién lo entendía. No podía esperar más, sabía donde estaba quedando y ese día no tenía nada importante que hacer, estaba dispuesta a recuperar mi matrimonio y era un día especial, un día que solo era un día en el cual recuperaría mi final feliz. No necesitaba el auto, decidí caminar y caminar, pensar una y mil veces en que le diría una vez que la viera a los ojos, una vez que la sintiera mía en uno de sus torpes besos como al inicio. La ciudad estaba radiante, yo estaba feliz, convencida de que quería y como, hasta que por obra del destino mismo una persona más que conocida tropezó conmigo, no sabía de quien se trataba hasta que presté atención a sus cabellos de fuego, sus ojos profundos, su cuerpo esbelto, sus labios finos y delineados por pequeñas y gruesas grietas que te incitaban a besar, traía una blusa blanca nieve y un jeans negro como la noche, era la misma mirada que te hipnotizaba al punto de dominarte, la misma voz que años atrás era mi religión, escuché su hola a penas intentaba comprender por qué ese fantasma de mi pasado reaparecía de esa forma en mi vida, justo en ese momento. Me reparó con la vista y leí sus pensamientos, siempre lo pude hacer, me miraba y lo decía todo, no lo podía creer después de diez años volvía a ver a ese primer amor por el cual tanto sufrí, cada herida que daba por cerrada me dolía más de lo que recordaba, era ella, estaba ahí, viéndome como lo solía hacer, pero esta vez su mirada era distinta, no logré encontrar en ella la madurez que solía tener a sus nueve años y aunque se notaba que ya no era la misma me miraba como siempre, con deseo, con amor, y yo no comprendía como responder a ese golpe del destino, a ese deja bu que nunca antes había experimentado, ya no recordaba lo que iba a hacer ese día, solo podía recordar lo que significaba tenerla ahí frente a mí, después de varios minutos solo mirándonos hasta que tuve el valor de decirle hola después de tantos años sin verla era como si nada hubiera cambiado.

Nunca es tarde para un te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora