Sam

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Era un frio día de invierno, los hermanos junto con Bella se encontraban en Kentuky, en una habitación de un cutre motel a las afueras de Bardstown, pegado a la carretera principal que cruzaba el pueblo.

Estaban investigando un caso simple de un fantasma, un caso que en un principio parecía fácil y rápido.

...

Era temprano por la mañana del segundo día que llevaban en ese pueblo y Sam acababa de despertarse. Como la mayoría de los días, Sam despertó con mucha energía, era por esa razón que le gustaba despertarse temprano, aprovechar bien la mañana y de paso, aprovechar ese ratito que tenía para él, pues tanto su hermano como Bella solían despertar más tarde.

Sin hacer mucho ruido, hizo su cama, asegurándose que estaba perfectamente hecha y se vistió con ropa cómoda, pues a pesar del frio, saldría a correr, como hacía siempre que podía, y este era uno de esos días.

Se guardó su cartera, las llaves de la habitación y el mp3 y con sus cascos ya puestos, salió fuera de la habitación. Era un día realmente frio y hubiese preferido hacer sus estiramientos en la habitación, pero no quería molestar a la pareja, por lo que delante de la puerta del motel, aprovechando el poco resguardo que le daba el pequeño porche de la entrada se puso a estirar mientras su música favorita comenzaba a sonar. Este era de los pocos momentos que tenía para escuchar la música que realmente le gustaba, pues aun que no le disgustaba la música que escuchaban Bella y su hermano, él tenía otros gustos, pero Dean con la música era muy mandón, no le dejaba nunca poner su música por que decía que era música de niñas. A él esto tampoco le molestaba mucho, pues aun que si le gustaba escuchar música de vez en cuando, no era tan importante para él como lo era para su hermano, así que no ponía muchas objeciones en escuchar la música de Dean siempre que iban en el impala.

Una vez hubo entrado en calor y el frío parecía molestarle menos, comenzó a trotar por el arcén de la carretera. No había apenas tráfico por esa zona, de modo que no corría peligro de ser atropellado. Tras un par de kilómetros de absoluta nada, comenzó a vislumbrar lo que era el pueblo. Corrió sin rumbo fijo por sus calles, fijándose en la gente que pasaba, pensando en las vidas que tendrían esas personas. Le gustaba imaginárselas.

Se cruzó con una mujer bastante arreglada y comenzó con su pasatiempo secreto mientras seguía trotando. Se imaginó que aquella mujer era una mujer de negocios, le pareció bastante seria, por lo que así se la imaginó, una chica fuerte, que no se dejaba pisotear por nadie. Era joven pero tampoco demasiado, tendría unos cuarenta, por lo que se la imaginó con un par de críos y un marido que se ocupaba de la casa. Mientras corría manteniendo el ritmo, su cabeza fue imaginando las vidas de las personas con las que se cruzaba y le llamaban la atención.

A veces, cuando veía a las demás personas llevar una vida normal, echaba de menos su antigua vida, en la universidad, estudiando derecho, con Jess a su lado. A ella era a quien más echaba de menos.

Sabía que Dean y Bella de vez en cuando se empeñaban en buscarle algún ligue, alguna chica con la que tener algo parecido a lo que tenía con Jess o según Dean, alguna chica con la que liberar su tensión acumulada, sin necesidad de llegar a algo más serio, pero él no se sentía preparado para nada de eso. Aún pensaba demasiado en Jess, la rubia estaba demasiado presente en su corazón como para intentar cualquier cosa con alguna chica, y no es que no lo hubiese intentado, había intentado hacer caso a su hermano, tener algo, aún que fuese mínimo con alguna mujer y ir viendo, pero nunca salía bien, pues en cuanto comenzaba a notar algún tipo de atracción por otra chica, a su mente rápidamente venía la cara de Jess y no podía evitar sentirse mal. Sabía que debía pasar página, tenía derecho a ser feliz, tenía derecho a buscar lo mismo que tenían Bella y Dean, pero no podía, solo con pensarlo sentía que engañaba a Jess. No era estúpido, sabía que no tenía sentido, que no haría nada malo intentando algo con otra persona, que no era un engaño pues Jess ya se había ido, pero él lo sentía así. Por eso siempre se negaba a las propuestas de Dean y Bella de buscarle una chica. Jamás se lo diría, pues sabía que ambos intentarían convencerle de que no haría nada malo al intentar olvidar a Jess y ser feliz con otra mujer, pero no necesitaba que lo convencieran, él sabía que no estaría haciendo nada malo, simplemente no podía.

Un día cualquieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora