—¿Lo lleváis todo?— Pregunté dejando la última maleta en el suelo.
—Sí, tampoco llevamos muchas cosas.— Respondió mi padre mirando a las dos maletas y la bolsa de deporte que había en el recibidor de la casa.
—¿No? ¡si te ha faltado echar la plancha!— Río mi madre.
—Es la primera vez que vamos de crucero en 55 años. Quiero que salga todo perfecto.— Se defendió.
—Estaréis bien.
—Díselo a tu padre que se ahoga en un vaso de agua.
El móvil de mi padre vibró y miró la pantalla levantándose las gafas.
—Ya está aquí el taxi.
Mi madre abrió la puerta y cogió una de las maletas. Mi padre cogió la otra, yo la bolsa y salimos al descansillo.
—Pasadlo bien.
—Un beso cariño.
Mi madre y yo nos dimos un beso y entraron al ascensor. Yo cerré la puerta y sonreí. Entré corriendo a la casa y me asomé a la ventana para ver cómo se metían al taxi.
Era mi momento.
Con hormigueo en el estómago fui a mi cuarto y debajo de la cama saqué una caja cerrada con un candado. Acto seguido, despegué la llave que estaba pegada debajo del primer cajón de mi escritorio.
Cerré la puerta antes de nada. Sabía que estaba sola, pero me sentía más segura si la cerraba.
Abrí la caja descubriendo ante mí la parte más tangible de mi secreto. Llenaban la caja todos los juguetes sexuales y "cosas bedesemeras" que había ido recopilando con el tiempo. No eran pocas, pero tampoco eran muchas.
Me miré al espejo, y este me devolvió la mirada verde brillante de excitación que tenía en la cara. Cogí una mordaza rosa, la mordí y me ajusté la correa detrás del cuello. Me excitaba sentir cómo la tensión de la correa empujaba la bola dentro de mi boca, como hacía sobresalir mis labios por encima y lo bien que me quedaba el rosa.
Sí, voy a sonar como una creída, pero si creo que me queda bien y me siento sexy lo voy a decir.
Empecé a acariciarme los pechos sobre la camiseta y notaba que cada vez me iba encendiendo más. Seguí unos minutos disfrutando del roce de la tela sobre mis pechos y mis pezones.
Me quité la camiseta y empecé a respirar más fuerte, la saliva desbordó las comisuras de mis labios gracias a la mordaza y mojó mi cara.
Estaba en ese punto en el que no existía nada más, no había problemas ni preocupaciones, solo estaba yo.
Me miré al espejo, el cabello rizado color cobre caía despeinado y desordenado sobre los hombros, nunca tuve mucho pecho y tenía las caderas anchas
Me senté en la cama y bajé la mano para pasear los dedos por la cara interna de mis muslos, no quería apresurarme. La saliva mojaba ya la camiseta, pero me dio igual.
Mis dedos se encontraron con el clítoris rosado y húmedo, pero se me ocurrió algo mejor. Volví a la caja, mis manos temblaban por la excitación y agarré unas muñequeras rosas.
Cogí mi almohada y me quité los pantalones para ponerme frente al espejo de nuevo. Me senté con la almohada entre las piernas y me coloqué las muñequeras para que las manos quedasen a mi espalda. Siempre me las ponía así y las tenía un poco flojas para poder quitármelas y ponérmelas sin desabrochar la correa del todo.
El espejo veía cómo me restregaba hacia delante y hacia atrás con la almohada entre las piernas. Hacía todo lo posible por ir despacio y disfrutar de cada punto de unión entre la almohada y mi piel, pero la presión de la mordaza, la saliva cayendo por las comisuras de mis labios, el tacto de las muñequeras, todo me encendía cada vez más.
Un gemido dio el pistoletazo de salida para muchos otros y empecé a rozarme más y más rápido. Apreté las piernas para notar más el roce y seguí moviendo mis caderas al ritmo que marcaba mi ansia de placer.
El sonido distante de pasos y voces quiso distraerme, pero yo no me dejé. Seguí danzando sobre la almohada sin pensar en nada más que en disfrutar.
Hasta que lo oí.
Me quedé congelada en el sitio. Acaba de escuchar alguien manipulando la cerradura. Ni respiré. La puerta de la entrada se abrió y escuchépasos dentro.
Escuché cómo los pasos dejaron la entrada atrás, no sabía qué hacer ¿me movería para esconderme y delatar mi posición o me quedaría quieta para que me encontrasen en esta posición?
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El secreto de Lena (La subiré completa cuando la termine)
RomanceCuando Lena empezó a zambullirse en el mundo del BDSM nunca pensó que podría llegar a sentirse tan atada a una persona.