Capítulo Tres: Un camino sin retorno

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(traducido al español por la querida Anneth)

Candy había empezado su día sintiéndose un poco cansada. No había dormido bien la noche anterior.

"Quizás es por el clima", pensó y levantó sus hombros.

Después de todo eran los primeros días de agosto. Todavía estaban a mitad del verano y el clima en Tijuana era aún bastante caluroso.

Ella ya llevaba tres meses viviendo allí, habiéndose ofrecido como voluntaria para trabajar como enfermera en una clínica para familias pobres que era financiado como una obra de caridad. Algunas de esas obras de caridad recibían ayuda económica de la Fundación Anthony Ardlay que ella y Albert habían creado en memoria de Anthony.

Su ruptura con Terry había dejado un gran vacío en su vida, como si alguien hubiera bombardeado su corazón sin misericordia. Todos sus sueños sobre un futuro con Terry habían sido arrancados de ella, y destrozados en pequeños pedazos. Por mucho tiempo estuvo comportándose en un nivel muy básico. Todo con la ayuda de Albert. Ella le debía mucho...

Cuando había encontrado esta clínica en una pequeña ciudad, con necesidad de voluntarios había dado el gran salto. Tijuana no podría ser más diferente de los valles verdes del Hogar de Pony. Pero ella necesitaba ese cambio. El paisaje árido, la lentitud del correr de la vida. Y amaba el cariño de la gente de allí. A lo que no podía acostumbrarse era al calor. El verano era algo difícil de soportar. Se asomó por la ventana de la cocina mientras probaba su café perdida en sus pensamientos.

La clínica estaba a las afueras de la ciudad de Tijuana. Estaba sola en una gran casa que servía para que el personal de la clínica viviera allí. Había dos doctores y cinco enfermeras viviendo en aquella gran casa. Candy disfrutaba mucho la camaradería que existía entre esas siete personas; todos comprometidos con su sueño de ayudar a personas con necesidad.

Y todos eran muy amables.

Jonathan especialmente

Jonathan Mayer, o solo Jon, como quería que todos lo llamaran, era uno de los dos doctores que se quedaba en la casa. Tenía 24 años, un joven científico, un hombre lleno de sueños y deseo de marcar la diferencia. Sí, él era muy romántico. No era muy atractivo, pero su mirada clara, su cara honesta y su calurosa sonrisa hacían que le agradara a todo el mundo. Se sintió atraído por Candy desde el primer momento y coqueteaba con ella en cualquier oportunidad. El resto del personal, las amigas de ella, bromeaban sobre la atracción de Jon por Candy. Al comienzo no hacía caso a estos comentarios obvios. Era demasiado pronto para ella pensar en ese tema.

Se había mudado allí después de que Terry se había casado con Susana. Se enteró de ese evento por los periódicos y a pesar de haber sido ella quien le dejó Terry a Susana, era incapaz de detener el dolor y el pesar que se había anidado en su corazón roto.

Finalmente esa boda hizo que Candy sintiera que su decisión había sido definitiva. Terry había salido por siempre de su vida. Y esa certeza final oscureció su mundo. Había caído en una depresión que si no era tratada podría ser peligrosa.

Candy cambió mucho desde que terminó con Terry.

Externamente, para alguien que la conocía superficialmente, se veía bien. Pero para sus queridos amigos y familia ella estaba definitivamente diferente. El cambio en su estado de ánimo cada vez era peor. En un momento estaba riendo y al siguiente estaba perdida en pensamientos. Estallaba en lágrimas con cualquier mínima cosa, y había perdido su espontaneidad, lo que la hacía tan notoria antes. Parecía como si quisiera desaparecer, mezclarse con el paisaje, no existir... Su sonrisa estaba aún allí, pero también había cambiado, era algo cínica, y vacía. Más como un fantasma de verdadera su sonrisa. Había perdido peso y la chica valiente que solía saltar de árbol en árbol, a la mitad de la noche en el colegio, se veía más frágil que nunca antes.

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