𝔼ℝ𝕆𝕊

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Llevaba un buen rato intentando golpear la puerta pero no coordinaba bien su cuerpo. Sus golpes apenas tocaban el marco y sentía como toda su mente de revolvía. Casi podía visualizar los golpes como luces borrosas, creía tener alucinaciones.

—¡Porco, abre la puerta!

Al otro lado, el mencionado vigilaba que su amiga no escapara. La gente a su alrededor le miraba con curiosidad y él sólo fingía no darse cuenta. El problema era que Pieck estaba ahí, y él tarde o temprano comenzaría a sentir los efectos del alcohol.
Ya no era tan intenso como la primera vez, y probablemente llegaría el momento en el que ya no sintiera nada, así como su hermano y su amigo Zeke, pero todavía sentía los efectos, en menor intensidad pero podía sentirlos.
Simplemente habría que mirar sus pantalones que apresaban a un un hambriento animal y su rostro ligeramente ruborizado. Porco podría mantener eso bajo control, pero con su amiga presente, no podía asegurar que no ocurriría nada.

El gas y la mayoría de las bebidas eran para elevar el libido, por eso las orgías en aquel lugar se prendían en su máximo esplendor.

No era un secreto para los invitados que Porco era uno de esos animales que era muy aclamado por la mayoría de las féminas -e incluso algunos varones- en aquel sitio.
Pero sólo sus amigos conocían su más íntimo secreto, que era que su vida giraba en torno a la de Pieck, su querida amiga, su querida y deseada amiga.

La mayoría de las veces, prefería esperar a que su libido estuviera al límite para encerrarse en algún cuarto y desahogarse con la primer persona que llamara a su puerta mientras él estaba fuera de sí.
Pero está ocasión sería mala, muy mala para su salud mental, ya que no sabía si podría resistir ante tan bella y carnosa tentación.

—Pokko...—la voz de su amiga ya no sonaba histérica, y eso sólo lo alarmó más—, ¿qué me ocurre?

Trago saliva.

—Es lo que bebiste, tienes que esperar a que se pase el efecto.

—Mmm, Pokko... mi cuerpo... mi cuerpo se siente muy caliente, estoy ardiendo...

« No me digas eso Pieck, a mi no por favor », se dijo tratando de contener sus deseos.

—Quizá... quizá tengas fiebre. —intentó dar una explicación.

—Pokko, por favor... esto es raro, me quemo...

Pieck sentía un calor terrible, así que bajó totalmente los tirantes de su vestido para sostenerlo solamente debajo de sus brazos. No soportaba el ambiente a pesar de que la ventilación estaba helada para evitar que el calor se volviera una carga para los invitados.

—Es normal.

Y fue ahí cuando Porco comenzó a sentir los efectos de la droga que había consumido varias veces después de unos minutos de haber llegado a la fiesta. Respiró hondo. No quería terminar masturbando su glorioso miembro frente a todos, tampoco quería dejar la puerta libre y que Pieck terminara en brazos de alguien más, que alguien sacara ventaja de ver a su amiga ardiendo en deseo.

—Pokko, entra por favor...

Sentía que ya no podía más, cerraba fuertemente sus ojos y sus manos yacían pegadas a la puerta. Tenía ese impulso por tocarse por encima de su pantalón, y justo cuando estuvo por hacerlo, una voz le interrumpió.

—¿Porco, qué estás haciendo aquí afuera?

—Marcel...

—¿Qué te pasa, por qué esa cara?

Marcel estaba frente a él, acompañado por tres chicas a su lado. A Porco no le importó eso, pues eran chicas que jamás volverían a ver.

—Espérenme desnudas en aquella habitación, yo no me tardo.

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⏰ Última actualización: Feb 13, 2021 ⏰

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NO JUEGUES CON FUEGO | Porco Galliard Donde viven las historias. Descúbrelo ahora