Sus Ojos de Carbón

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El joven despertó abruptamente de sus pesadillas, respirando agitado con una mano en el pecho y lágrimas corriendo por sus mejillas, tratando con desespero de recuperar el aliento y eliminar la sensación de agua en sus pulmones. Sus negros ojos desorbitados eran una señal de que no se encontraba del todo bien, aunque trataba a toda costa de calmarse. Con algo de esfuerzo, logró incorporarse y mirar alrededor.

—¿Hola? ¿Dream? ¿Techno?—. Preguntó al aire con voz temblorosa, casi inaudible, siendo incapaz de reconocer el oscuro lugar donde se encontraba y asustándose por ello. —¿Alguien?

Su respiración se volvió más dificultosa, sintiendo el miedo trepar por su abdomen hasta su garganta, formando un nudo que le impidió seguir hablando. Aterrado y con un dolor punzante en el pecho, el joven escondió la cabeza en sus rodillas y empezó a mecerse sobre el frío suelo abrazando sus piernas. "Estoy solo de nuevo", pensó. "Sabía que no les importaba".

—¿Tommy?—. La voz familiar lo alertó y lo hizo voltear hacia arriba.

—¿Dream?—. Estaba tan asustado y tan tenso que su cerebro le engañaba, haciéndolo ver a alguien que no estaba ahí. Gracias a esto, tuvo sentimientos encontrados tan intensos que no supo si lanzarse a abrazar a la persona o hacerse bolita con los brazos sobre la cabeza y suplicar por su bienestar. Eso lo abrumó de sobremanera, paralizándolo y causando que hiciera una extraña mueca ante el creciente dolor que se empezaba a extender por todo su ser.

—Dream no está aquí, Tommy—. Escuchó de pronto la voz en su oído. Se concentró tanto en su batalla de pensamientos interna que no se percató de que el contrario lo estaba abrazando, acariciando su espalda y susurrando de forma dulce y paternal en su oído. —Tranquilo. Estoy aquí. Papá está aquí.

—Philza...—. Escapó de su boca un murmullo débil y cansado, cargado de una mezcla de alivio y nervios. Los calambres poco a poco disminuyeron hasta casi desaparecer y, cuando finalmente fueron soportables, le tomó unos segundos procesar el hecho de que tenía que devolver el abrazo.

De pronto, se encontraba de nuevo en su casa en el Dream SMP, con la leve luz del amanecer colándose por las rendijas de la puerta y las flamas de las casi extintas antorchas temblando por la fría brisa de la mañana, esperando apagarse en cuestión de minutos.

—Dormiste en el piso otra vez, Tommy—. Le hizo ver su padre, a lo que el chico se percató de que el mayor había tenido que arrodillarse para abrazarlo y calmarlo, apoyándose en una de las almohadas que él había usado para hacerse un pequeño nido sobre los tablones de su hogar. Desde que había vuelto era incapaz de dormir en la múllida cama, temiendo por su integridad al sentir que se hundiría en el colchón durante la noche. Aún no podía creer que alguna vez había adorado las camas así de suaves. Era simplemente horrible.

—Lo siento...

—No tienes que disculparte—. Le aclaro de inmediato, acariciando su cabello y mimándolo hasta que se aseguró de que se encontraba mejor. —Aun es temprano. ¿Quieres dormir un poco más?

No recibió más respuesta que un movimiento negativo de su cabeza, respetando la desición de su hijo menor y procediendo a ayudarle a ponerse de pie. Sabía que físicamente no se encontraba del todo bien todavía. Sus caderas dolían permanentemente y sus piernas aún sucumbían constantemente ante su peso, así como los músculos de todo su ser se contraían violentamente con ciertos estímulos o situaciones (como la de hace unos segundos) que al parecer le causaban mucho más dolor. También podía notar sus profundas ojeras, y podía sentir las costillas del muchacho cada vez que lo sujetaba, siendo capaz de tocar cada hueso sin problemas. Y todo eso sin contar las muchas heridas y lesiones que había en toda su anatomía, obtenidas tanto por su exilio y abuso de parte de cierto individuo enmascarado como por la guerra por Manberg hace ya unos meses, puesto que antes de ser desterrado no había alcanzado a sanar adecuadamente.