WE'D LIE AWAKE DREAMING 'TIL THE SUN WOULD WASH THE SKY

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¡Hola a todos! ¡SE FUÉ EL 2020! ¡PRENDAN FUEGO TODO! Me conformo con que el 2021 sea un poooooco menos mierda solamente. ¡ME CONFORMO FÁCIL XD!

¡Pasó mucho tiempo! jajajajaja Espero me disculpen, pero no sé con qué tanta celeridad pueda actualizar este fic, ¡pero juro que lo haré!

GRACIAS UNA Y MIL VECES por todos sus ánimos. Por sus comentarios y estrellas. Y de corazón, espero que les guste esta historia tanto como las anteriores.


CAPÍTULO 6: We'd lie awake dreaming 'til the Sun would wash the sky

Hikaru no recordaba con total exactitud cuando comenzó su irracional terror a la oscuridad: si fue cuando era tan pequeña, con sus memorias eran aún inconexas. Si fue por una determinada película de horror. Por un hecho en particular. Por un instante definido. Pero ahí estaba. Siempre presente. Siempre alerta. Ese miedo irracional que lograba hacerla dormir con una pequeña lámpara encendida. Esa que evitaba por todos los medios que las sombras de su habitación clara se transformaran en seres extraños y tan lúgubres que parecían susurrar su nombre en voces apenas audibles.

Su madre solía decirle que debía ser fuerte y no aterrarse por cosas así. Que la oscuridad era tan solo la ausencia de luz. Que nada había en su alcoba que no existiera a pleno sol de mediodía. Que nada malo ocurriría. Su hermana le ofrecía acurrucarse junto a ella en la habitación contigua, pero cuando esta alcanzó la pubertad, ya no quiso ser su pared de protección.

Quizá por ello, ese cascabel era tan importante. El que mantenía entre sus dedos como un amuleto que la protegía contra todo mal. Como un millón de plegarias cantadas hacia sus oídos. Como un mural de hierro. Como un Campo AT. Como una pared de magia blanca. Y las palabras de Rintaro siempre resonaban en ella mientras cada pequeño eco parecía escapar de entre las rendijas metálicas.

—Mamá dice que esto ahuyenta los malos espíritus —le había dicho. Los ojos verdes refulgiendo a la luz del sol de la tarde mientras caminaban juntos a casa. Los pequeños pilotos de primaria reforzados por gruesas bufandas sobre sus rostros helados—. Si no puedes dormir, te lo regalo.

Hikaru había pestañeado tantas veces como sus ojos se lo habían permitido físicamente. Tanto como podía considerar. Las pequeñas manos sosteniendo el cascabel atado a un grueso hilo rojo. El ruido del poco tráfico que parecía haber a esas horas en el vecindario tapado por los parlantes que anunciaban, como siempre, que los niños pequeños volvían a casa. Pero por algun motivo, la voz de Rintaro era más fuerte. Aún cuando hablara tan calmo como siempre.

—Eres una gallina, pero al menos así podrás descansar —finalizó.

Y Hikaru rió. O al menos recordó reír.

Y reía cada vez que mantenía el cascabel entre sus finos dedos, de noche cuando la luz se cortaba. Cuando recibía un mensaje de Suna preguntandole si no se había muerto de miedo aún. Respondiendole que podía irse a la mierda inmediatamente después. Y tantos emoticones con el dedo mayor extendido como podía meter en un solo mensaje. Siempre, siempre, con el cascabel entre sus manos. Un cable a tierra. Una luz en medio de una oscuridad sin término. Eso significaba ese pequeño objeto sonoro.

Y cuando Suna se fué, también lo hizo el sonido.

Y la luz.

Y todo continuó. Sin esa ancla a tierra, todo continuó.

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Hacer un cortometraje de diez minutos en blanco y negro, manteniendo dos planos secuencia como máximo.

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