Tres años antes...
Harry caminaba tímidamente entre el gentío de adolescentes que se congregaba en el pasillo de la secundaria. Tomaba fuertemente las correas de su mochila nueva con fuerza tratando de apaciguar la tensión en su estómago, su estómago estaba un poco revuelto a pesar de no haber desayunado nada.
En el fondo maldecía a su padre por tomar la decisión de llevarse a toda la familia de su tranquilo y pequeño pueblo en Texas a la ruidosa y concurrida ciudad de Seatle; la única que se había salvado era su hermana Gemma quien casualmente cursaba su primer año de universidad en New York.
No conocía a nadie quien pueda auxiliarlo en su primer día, la peor parte de todo era que no tuvo oportunidad de hacerlo. Normalmente cuando uno inicia un nuevo ciclo escolar tiene un período de un mes para conocer a sus compañeros en actividades extracurriculares que la escuela destinaba para ese objetivo, sociabilidad y hacer amigos. Harry no corrió con esa suerte, había entrado a mitad de ciclo escolar, por lo que ya todos habían hecho amistades, todos tenían sus pequeños grupos y nadie le prestaba atención. Se dio cuenta fácilmente que tendría que ingeniárselas para buscar su primera clase, miró el reloj en la parte superior de los casilleros, sólo le quedaban veinte minutos para organizar su mente y actuar.
Soltó un suspiro y desenrrolló su horario para ubicar su casillero, empezó a revisar los números inscritos en los más cercanos detenidamente cuando alguien chocó contra su brazo tirando de su mochila al piso.
-Oops, perdóname - dijo una voz tranquila a sus espaldas, tomando la mochila del piso - suelo ser torpe cuando no he desayunado.
Un omega bajito y con lentes de pasta dura le sonrió con los labios apretados, el rizado le dio una sonrisa tímida tomando la mochila de sus manos.
Su nariz sintió el rico aroma de la pera y moras azules por lo que cerró los ojos por inercia y los abrió rápidamente asustado.
- Hola, no te preocupes, yo estaba obstruyendo el paso - respondió torpemente.
El chico lo miró entrecerrando los ojos, luego al papel en sus manos y alzó una ceja.
- Chico nuevo, con razón tu rostro no me es familiar, ¿necesitas ayuda?
Harry parpadeó sorprendido y asintió pasándole el papel al chico cuando éste extendió la mano.
Manos suaves, señaló su alfa interno.
Leyó detenidamente y soltó un sonido de determinación.
- Por obra del destino parece ser que casi tenemos las mismas clases, chico nuevo, así que seré tu guía personal.
El rizado alzó las cejas y el otro adolescente sonrió encogiendo los hombros.
- ¿En verdad? Muchas gracias, soy Harry por cierto, mucho gusto.
-Soy Louis y por favor no seas tan formal, seremos amigos después de todo ¿cierto?
El rizado estaba agradeciendo a las divinidades que lo veían porque justamente era lo que necesitaba. Sonrió marcando sus hoyuelos y asintió.
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Resultó que Louis era un excelente guía de turismo. Le explicó a detalle cada salón y lugar dentro del edificio, lo llevó por cada lugar que pudiera existir y que pudiera necesitar, incluso los que no. Fue paciente cuando Harry preguntaba ciertas cosas y divagaba en otras, le presentó a su grupo de amigos a la hora del almuerzo para que se sintiera incluido, al final del día le enseñó como, dónde y cuando tomar el bus escolar, y no lo dejó en ningún momento hasta que estuvo listo para moverse por su cuenta sin perderse. Todo esto hizo que en menos de dos meses, Harry se integrara por completo a la vida escolar sin complicaciones.
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