Periplo

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Capítulo II : Periplo

Me soltó y caí al suelo como si lo único que me sostuviera fueran sus delgados brazos. Me intento levantar, pero no era suficiente, necesitaba su perdón, su voz diciéndome que no me preocupara, sé que no lo conseguiría de una manera simple, como un regalo o rogándole disculpas, así que la invité a sentarse en el suelo con un gesto de mi mano y una pequeña sonrisa, para contarle la historia que no había escuchado, mi historia.

- Cuando llegaste a casa, yo traté... - Meridith se levantó, noté en su cara la misma tristeza de la época en que su madre murió, una leve mezcla entre dolor y superación, ¡Cuánto has sufrido mi querida amiga! Tuviste que fingir frente a las miradas, pero yo lo sabía, ya no soportabas la vida, conservabas tu firmeza para que tu hermano siguiera aquí. Puedo recordar las lluviosas noches donde las conversaciones derivaban al tema.

- Hermana ¿Dónde está mamá? - David ostentaba sus nuevos diez años y sus preguntas cada vez se dirigían más a la verdad. Meridith, tomó la pregunta con gran sorpresa que luego ocultó a través de caricias en la cabeza de su pequeño hermano.

- ¿Es qué ya no me quieres ? - simuló que lloraba y caminó deambulante hacia la cocina, David corría para alcanzarla gritando - ¡No Meri! ¡Meri yo te quiero! - Meridith se devolvió corriendo y lo tomó entre sus brazos para consolarlo - Tranquilo amor, estoy aquí.

La seguí observando desde el suelo, parecía como si me quisiera decir algo pero sus palabras no se escuchaban.

- Iris, yo... - su voz se cortaba, aunque su mirada ya me había contado más de cien historias diferentes - Iris, no... me importa lo que pasó, estos dos últimos años he querido verte - me levanté despacio, mientras Meridith intentaba unir nuestras antiguas pulseras mostrándome que aún quedaba un lazo irrompible, una promesa. Sequé sus lágrimas con mis dedos y le di un beso en la mejilla. Meridith y yo nos unimos de nuevo como aquel día. Comenzamos a bostezar y nos dimos cuenta de que queríamos descansar, nos abrazamos en el asiento y nos quedamos dormidas.

Los rayos del sol avivaban la pálida cara de Meridith, aquel fuerte fulgor amarillo espantaba cada sombra de melancolía. La miré un rato descifrando su nuevo aspecto, su pelo se había oscurecido y en sus manos ya asomaban unas cuantas pecas. El tiempo, aquel terco personaje, le estaba jugando una partida inancanzable y Meri ya no tenía cartas. Moví lentamente mi cuerpo para no ocasionar una discusión, dejándola dormir abrazada a su almohada y me dirigí al vagón restaurante para tomar un café. Aunque me perdí dos veces y pregunté varias más en dónde quedaba, conseguí llegar y sentarme en una mesa cerca de la ventana, la vista era preciosa. Estábamos llegando a Fene, una bella ciudad ubicada a orillas del río Selene, el mismo que cubre los limites de Zarzas. Me olvidé de que existía por unos segundos, el mozo me liberó de mi ensimismamiento trayendo un café sin azúcar y algunas galletas. Girando la cuchara, pensé en Vicent. Fue en Fene donde lo conocí o eso creo. Veo algunas imágenes, él llevaba su camisa lila, camina hacia mi y me susurra en la oreja "Escapemos" comenzamos a correr y luego...

- ¿Algo más señorita? - el mozo, tenía una cara particular, sus ojos tenian tonos diferentes, el derecho era verde esmeralda y el izquierdo, me recordaba a un gato al ser color miel. Creo que me demoro mucho en contestar las preguntas porque me la repitió con cierta delicadeza - ¿Otro café señorita?

- No gracias, que asombrosa vista ¿no le parece?

- Fene es la ciudad más hermosa del mundo, la única que posee construcciones que imitan árboles inmensos.

- imagino que usted no conoce Zarzas, ¿has visitado la estación? - le hice un gesto para que se sentará en frente y continuáramos hablando, su particularidad me intrigaba. La frase que dije se la robé a papá siempre lo decía, era su mayor orgullo.

- no, no la conozco personalmente, pero me han dicho que quien entra en en ese pueblo, se ve envuelto en una magia que lo obliga a quedarse allí - Si fuera cierto yo no estaría en este tren pensé. Asentí con una sonrisa y continué

- ¿Hace cuánto que trabajas aquí? - sus labios no alcanzaron a moverse antes que un ruido horrendo inundara el vagón. Mi sorpresa se detuvo cuando con voz amable el respondió - Es mi tercer día y llegamos a la estación de Fene, usted se dirije a Zarzas ¿No es cierto? Puede descansar, bajándose del tren y paseando por la ciudad hasta las cinco.

Se despidió de mi y se dirigió a lo que parecía una cocina, espere un rato sentada mientras la gente más apurada desendía del tren. Recordé que dejé sola a Meridith y avancé con paso rápido en busca de la habitación.

Abrí una puerta y la vi ordenando varias maletas. ¡Mis maletas! Las tiré con la exaltación de llegar al tren ¡Qué sonsa era! Por lo menos conservaba mi billetera con algunas tarjetas en el bolsillo de mi pantalón. Meri no se había dado cuenta de mi presencia hasta que de repente, giró su cabeza y me observó con detenimiento -¿Dónde has estado? Pensé que te habías marchado, me dio susto, incluso, le dije a un ayudante de equipaje que te buscara y te vieron disfrutando con una persona en el comedor - La persona era el mozo, ni siquiera me dijo su nombre ahora que lo pienso - También me di cuenta de que no traes equipaje, mi hermano me contó que te vio anoche y tu te fuiste espantada - Un buen resumen para mi reacción - ¿Vamos a comprar? - Meridith te extrañaba.

Al Son Del Vagón A ZarzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora