II

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-Ya me tengo que ir-acaricié al perro que fielmente se había sentado a mi lado. 

Bajé lentamente la colina mirando a todos lados, el conjunto de casas modestas daba la impresión de un pueblo unido, sonreí con ironía, la verdad es que pocos eran unidos entre sí. Llegué a la entrada de mi casa, cómo todas las puertas eran cortinas gruesas, entré en silencio, y sentí algo que rozó mi pierna, era el gato negro, se había acordado de que tenía hogar.

-Shh-le susurré.

Me metí en la cama y viendo los rayos de sol hinundar mi habitación me quedé profundamente dormida.

-Despiértate, es tarde-mi tía me sacudió el hombro y sentí sus uñas largas en mi brazo.

-Voy-sentía los ojos pesados.

-¿Despierta hasta tarde? ¿Con quién estás viéndote Elena?-me atacó.

-No tenía sueño y por supuesto que no me veo con nadie.

-Sí, tienes razón, cómo alguien querría verte.

Allí estaba, me acababa de arruinar por completo la mañana con su lindo gesto.

-También que tengas lindo día.

Me salí y fui a buscar ropa limpia, un par de pantalones muy gastados y una camisa que antes había sido roja, y que ahora era más rosada. 

-Hola ma-le di un beso en la mejilla mientras ella se entretenía lavando ropa.

-Hola linda, ¿quieres comer algo?

-No, ya me voy.

Empecé a caminar por las casas, con el pelo suelto y revuelto moviéndose por el viento, Pablo apareció frente a mí cuando estaba apunto de salir del pueblo.

-Hola Elena.

-Hola Pablo-no me atreví a mirarlo a los ojos.

-¿Necesitas compañía?

-N-no soy buena hablando-le baluceé.

-Te acompaño, no es problema que no hables.

Caminamos en silencio por los caminos, el viento soplaba tan fuerte que casi me caí y Pablo tomó mi mano para sujetarme.

-Cerca-dijo.

-Gracias-solté el aire que había retenido por el susto.

No soltó mi mano y seguimos caminando.

-¿Por qué no sales?-preguntó a medio camino.

-N-no me dejan y no es que me guste.

-¿Por qué?

-No soy como las demás.

El rió.

-¿Qué tiene eso?

-Pues, que no soy bonita y prefiero mucho más los libros que las compañías vagas de gente sin escrúpulos.

-Eres muy linda Elena, y también muy inteligente.

Sonreí.

-¿Por qué me acompañas?-empezaba a preguntarme que tan buena persona era aquel chico.

-Quería conocerte.

-Ah.

Mi mano estaba temblando atrapada con la suya. Me estaba poniéndo nerviosa y sentía las mejillas calientes, estaba muy tensa.

-¿Y qué pasó con Enrique?

Aquello me sacó de mi tensión, mi sonrisa se convirtió en una dura línea, al notar mi reacción, se retractó.

-Perdona.

-Bien.

Caminamos en silencio de ida y de regreso, casi llegando al pueblo con las compras de afuera, me puse a tararear.

-¿Cantas?

-No. Pero me gusta tararear.

-Oh bueno.

Al llegar al pueblo su padre lo llamó y me fui sola a casa, aunque sentí su mirada por todo el camino hasta mi casa. 

-Con que no andabas con nadie-mi tía me empujó contra la pared y me quitó la canasta.

-Yo no estoy saliendo con nadie-le contesté.

-Pues no te creo, y de una vez te advierto que ese es el chico de mi hija y que no permitiré que una buena para nada cómo tú se lo quite.

-Déjala-mi madre le puso una mano en el hombro que hizo a mi tía retroceder, mi madre no era violenta, pero tampoco se callaba las injusticias.

Corrí hacia afuera, llegando a los cultivos, tropecé y caí cómo tonta frente a unos chicos que agacharon la cabeza para aguantar la risa, me largué de allí, me fui a la colina y me quedé sentada allí, llorando, sucia, frustrada. Me fui a la posa y me lavé, pero la suciedad no estaba en mi cuerpo, estaba en mi alma, mi dolor estaba en el alma.

Me miré en el agua y golpeé mi reflejo, era estúpida, fea, no podía hacer nada, podía ser fuerte físicamente, pero mi corazón debía ser el más débil de todo el mundo.

-No puedo con esto...

Me miraba allí en el agua, mi cara horrible, mis ojos pequeños, era imperfecta con mis ojos y mi piel oscura, mi prima era bella y se merecía a Pablo más que yo.

¿Pablo? ¿Qué hacía yo pensando en Pablo? Solté un suspiro, él se quedaría con mi prima, es más linda, baila y actúa, y por supuesto, no tiene pintado en la cara "Imperfección" yo no creía en el amor, mejor dicho, yo no creía en los chicos.

Me metí en el agua, estaba fría, era media mañana y lo único que quería era despejarme un poco, poco a poco dentro del agua, me quedé dormida, hasta que ya no sentí nada más que paz y tranquilidad.

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¡Hola! sólo quería darles una muestra de un caso que (aunque me lo inventé) puede llegar a ocurrir, ¿A cuántos los han hecho menos? ¿A cuántos nos han hecho daño? Supongo que no seré la única que muchas veces se ha identificado con Elena, no sólo puede ocurrir en un campo, sino también en cualquier otro lugar. 

Todos nos sentimos llenos de imperfecciones en ocasiones, pero hay algo que tienen que saber, nadie es perfecto. 

F. Sophie Clars♥♥♥

ImperfeccionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora