Conociendo a mi jefe

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El despertador suena estridente a las 5:30 am.

—¡Dios! ¡Mi cabeza! —anoche me había acostado con una de mis legendarias migrañas y milagrosamente (después de haberme tomado una pastilla) había logrado dormir, pero ahora el dolor amenazaba con regresar ante tal escándalo.

—¡Cállate, cállate! ¡Ya! —le peleo al dispositivo defectuoso mientras intento apagarlo. Finalmente lo consigo y suspiro aliviada acostándome otra vez en la cama.

—Oh, cielos ¡Cómo tengo trabajo que haceeeeeer! ¡Maldito Adam! ¡Cabrón! —maldigo al recordar el día anterior en el trabajo.

Trabajo como contadora en una conocida empresa de telecomunicaciones, pero el hecho es, que soy joven. Empecé a trabajar apenas el año pasado cuando me gradué de la universidad y mi jefe/ líder del departamento de contabilidad/ bastardo de marca mayor/ Adam nariz de águila me asigna todos los trabajos que nadie quiere, todas las cuentas olvidadas, todo lo que es engorroso/ marrón, eso es lo que me toca a mí.

¡Me tiene harta!

—¡Uyyyyyy! —ahogo mi furia contra la almohada, hasta que me resigno y comienzo a arreglarme.

Esa mañana todo me sale mal, se va el agua caliente, así que tengo que ducharme con agua fría, la cafetera casi explota, me quemo la lengua cuando intento beber el café, el rímel se me resbala y me entra en el ojo. Tengo que echarme toneladas de agua del grifo que en ese momento comienza a salir caliente. Casi tuerta, corro al refrigerador para coger agua fría y me golpeo la frente al intentar abrirlo porque la puerta se traba.

En fin, con el ojo rojo y el golpe hinchado consigo salir de mi casa de una pieza, apenas. En la parada del bus, el vehículo se demora y se demora. Con el ojo bueno miro el reloj y veo que ya solo quedan cinco minutos para la hora en que debo marcar la tarjeta.

«Estoy perdida» —pienso, dándome por vencida y decidida a aceptar mi destino.

El transporte llega con 20 minutos de retraso. Llego a mi oficina media hora tarde y me reciben con la noticia de que el jefe me está esperando en su despacho.

«Genial, este día simplemente no puede ir peor» —pienso mientras camino derecho a donde Adam me espera.

Llego a la puerta y toco dos veces antes de entrar.

—Buenos días, señorita González ¿Se le quedaron las sábanas pegadas hoy? —me dice el larguirucho de mi jefe, yo le dedico la sonrisa más hipócrita que soy capaz de esbozar y lo saludo disculpándome por la tardanza.

—¿Además de las sábanas, se vio involucrada en una pelea? ¿Qué sucede con su frente y su ojo izquierdo? —oh, vaya, lo notó.

—Ahm... fue una mañana un tanto accidentada en casa, nada grave —él parece analizar lo que le digo ¿Qué le sucede hoy, actuando como si le importara?

—Mmm, pues póngase hielo y lávese la cara, no quiero que ande por ahí dando esa mala imagen con los inversores extranjeros al caer. —ah, ahí está.

—No se preocupe señor Ramos, no permitiré que mis pintas espanten a los importantes visitantes —él se sorprende un poco ante la ironía de mi comentario, siempre he sido muy respetuosa, incluso con él, después de todo es mi superior, pero no sé si es el dolor del golpe o el ardor del ojo que hoy no estoy para aguantar sus pesadeces.

—Si no tiene nada más que decir me retiro —digo y me giro dispuesta a irme.

—Susana, espera —¿me ha llamado por mi nombre? ¿Qué raro? Me giro en espera de lo que tiene que decirme, él se queda callado y luego agrega:

Conociendo a mi jefe.-#PGP2022 #daher2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora